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sábado, 23 de março de 2013

MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA A CHRISTINA GALLAGHER: Son muchos los que irán al infierno.

MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA A CHRISTINA GALLAGHER: Son muchos los que irán al infierno.



La mayoría irá al purgatorio, y aquellos que irán al Cielo provendrán del purgatorio. Las palabras de nuestra Madre relacionadas con los 3 estados de la vida después de nuestra muerte son muy claros.


VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE


En su mensaje a fines de Octubre de 1992, nos informó:

“Hay muchas calamidades que vendrán al mundo. El alma de la humanidad será limpiada. Dios desea que venga a muchas partes del mundo para prevenir a mis hijos. Algunos responden por un tiempo, otros no desean oírme, otros no desean conocerme.
Habrá muchos que irán al Infierno.

La mayoría irá al Purgatorio,
y aquellos que vayan al Cielo, irán desde el Purgatorio…

Mi corazón está perforado y lleno de amargura. Deseo darles a mis hijos muchas gracias y paz. Ellos desean continuar en la oscuridad y el pecado y correr tras todos los deseo de la carne y del mundo”


PURGATORIO


Christina ha visto el Purgatorio muchas veces. Una vez miró almas en el Purgatorio que fueron permitidas venir ante ella. Ella describe el sentimiento de compasión como el que siente una madre al mirar a sus hijos atrapados en el sufrimiento pero sin poder llegar a ellos.

En ocasiones por separado, Christina ha visto tres diferentes niveles del Purgatorio. Uno de ellos le fue mostrado por Jesús quien la acompañó; fue una experiencia dolorosa, lastimosa y detestable, tanto que ella estaba convencida que debía ser el infierno. Esto sucedió cuando Christina fue tomada por Jesucristo a las profundidades como en un pasaje de arenas movedizas. Cuando se acercaron se abrieron automáticamente ante ellos unas portones enormes, un tufo repulsivo lo envolvía todo, la gente que vio vestían atuendos con capuchas cafés. Vinieron hacia ella un sacerdote y un seglar a quienes ella conoció durante su vida en el mundo aunque de manera superficial. Sus cabezas estaban agachadas como si estuvieran cargando un gran peso de sufrimientos. La vivencia en su totalidad impactó a Christina, así me lo relató:

“El piso era de apariencia fangosa y despedía un hedor. Pude sentir una sentimiento particular de agonía y tristeza por esas almas, no conocía personalmente a esa gente. Solamente conocía de vista a un sacerdote y un seglar, pero en el momento en el que estaba ahí, me pareció que eran tan cercanos a mí como mi propia madre o padre. Los amaba tanto, obviamente, Dios los estaba amando a través de mí y haciendo que les tuviera lástima mediante Su propio amor hacia ellos. Cuando me ofrecí a sufrir en su lugar, Jesús se fue.

Entonces quedé atrapada en lo que parecía ser una pared, es difícil de describir, no me podía mover, pero no me importaba, tan sólo gritaba “Jesús, por favor libera esta dos almas y si es Tu voluntad, déjame quedarme aquí, pero libera a estas dos almas”. Durante esta experiencia, me resigné a esperar ahí, de pasar por todo lo que tuviera que sufrir y soportar. Vi demonios jugando con fuego que tomaban en sus garras y que arrojaban hacia mí en mi estado de indefensión. Era más doloroso que cuando en la vida terrenal te quemas tu cuerpo. Sin embargo mi simpatía por estas dos almas para que fueran liberadas era algo más allá de lo que podía entender. Después de esto, una enorme bola de luz blanca vino y fui atraída hacia ella. Todo había acabado”

Jesús más tarde le confirmó a Christina que esas dos almas habían sido liberadas. Le dijo que éste no era el nivel más bajo del Purgatorio, el cual se llamaba la Cámara del Sufrimiento y que Christina no estaba lista para verlo, aún. Ella espera nunca verlo debido al grado de sufrimiento que testificó en el nivel que le fue revelado.

En otra ocasión Christina no sólo observó el sufrimiento de las almas en el Purgatorio sino que tuvo que sufrir ella misma sus sufrimientos, sucedió cuando fue conducida en un pasadizo embotador y lúgubre en el cual se abrían una serie de portales a cada lado. El final del pasadizo conducía a una puerta más amplia. Esta puerta en particular provocaba a Christina una especial repulsión. Aunque intentaba apartarse, era atraída directamente hacia ella, no tenía opción alguna. Durante el camino hacia ella, tenía que parar en cada portal en donde soportaba las agonías íntimas que afectaban las diferentes almas que estaban dentro de cada caverna. La última era la más horrenda. Al preciso momento en que se rindió a fin de ir ahí, se vio envuelta en una bola de luz.

En noviembre 2 de 1993, Christina recibió una experiencia que describe el sufrimiento de aquellos en el Purgatorio. “Las almas en el Purgatorio, las puedo ver en un mar de nubes grises tratando de alcanzarme y llamándome por mi nombre: “Christina, reza por mí, reza por mí, señalándome mi Rosario”. Y en diciembre 4 de 1993, ella los volvió a ver implorando por su ayuda con sus manos en alto. Christina dice que le recordaba la forma en que los peregrinos levantan las manos tratando de tocar al Santo Padre.

Christina ha sido visitada por muchas almas en el Purgatorio -sacerdotes, laicos, hasta obispos- todos pidiéndole sus oraciones, todos deseando ser liberados. Un obispo que vino ante ella justo después de su muerte le suplicó que Christina ofreciera una semana de sus sufrimientos por él. Esta persona en particular, en vida creía en las apariciones de Nuestra Señora a Christina pero no deseó conocer a Christina o hacer cualquier cosa para poner en práctica los mensajes de Nuestra Señora. Esto ocasionó que Christina le preguntara porqué debía ayudarlo ahora cuando él la ignoró mientras vivía. Ella dijo que inclinó la cabeza avergonzada y con tal arrepentimiento que por lástima a él, ella ofreció los sufrimientos que necesitaba.

En la Fiesta de Todos los Santos, noviembre 2 de 1994, Christina vio que el Purgatorio se abría ante ella estando en su propia casa. Sucedió de esta forma: Vio una gran extensión y almas santas elevándose como si no tuvieran peso por encima de lo que parecía ser humo gris. Algunos gritaban el nombre de Christina y, como en forma de canto, le pedían “reza por mí”. Lo que sintió Christina fue una profunda tristeza y simpatía, había miles de gentes, requerían de un gran esfuerzo para elevarse por encima del “humo” gris en el que estaban sumergidos

En el día de Navidad de 1994, durante la Misa, en el momento de la Oración Eucarística “Venimos hacia Ti Padre, con alabanzas y en agradecimiento a través de Jesucristo, Tu Hijo…” una gran muchedumbre de almas provenientes del Purgatorio fue vista por Christina. Levitaban pero inclinaban sus cabezas con gran reverencia por la Consagración en la Misa. Al momento de la consagración, una luz proveniente de la Hostia los envolvió. Después de alrededor de dos minutos cuando se disipó la luz, se fueron.

En diferentes ocasiones, como en febrero 25 de 1996, durante la Misa, Christina vio a las almas individuales que les han otorgado su libertad del Purgatorio las cuales son atraídas a la Hostia Sagrada y desaparecen en ella. En febrero 25 de 1996, vio a miles aparecerse en una forma miniatura avanzando para ser consumidos en el Corazón Latiente de Jesús que provenía de la Hostia.


LA REALIDAD DEL DEMONIO


“Es una experiencia que sacude al alma, sacude cada célula de tu cuerpo”,
dice Christina respecto al Demonio. Su presencia oscura, es “gélida y de gran odio”, permea el aire y la llena de escalofríos espeluznantes. “Inmediatamente, me volví hacia Dios, Empecé a alabar a Jesús y a Dios Nuestro Padre y al Espíritu Santo. Empecé a alabar a Dios a mi estilo, con lo que llega primero a mi corazón. Frecuentemente ofrezco el mismo ataque que estoy sufriendo, ese lapso de tiempo, de lo que Satanás está tratando de hacer; lo ofrezco a Dios. Luego Satanás parece desaparecer, de cierta forma, me siento atraída a hacer oración a un nivel más profundo con más sinceridad y amor. Luego todo termina”

Nuestra Bendita Madre le dijo a Christina del vacío y dolor que hay detrás de Satanás y cómo él medra con nuestro temor:

“El temor los está reteniendo, el temor no proviene de Dios, sino del Príncipe de la Oscuridad. El los mantiene en la oscuridad. Hagan todo por el amor de mi Hijo, Jesús”

Christina es ahora más fuerte en contra de los ataques de Satanás. Ella aconseja a la gente que:

“Tenemos siempre que recordar que Dios es Luz y que Satán es oscuridad, y aunque la oscuridad de una habitación pueda asustarnos, la luz puede instantáneamente desaparecer toda oscuridad. Al abrir nuestros corazones a Dios, Quien es Luz, vencemos el poder diabólico de la oscuridad y ya no debemos temer. El único poder que tiene es el que Dios le permite. El hombre también puede darle un ámbito de acción a través de nuestra libre voluntad, al omitir rezar y al rehusar vivir dentro de los Mandamientos de Dios”.

“No hay paz, no hay amor, sólo distracciones. Somos atraídos hacia todo. En lugares del mundo no hay consideración o amor hacia los demás. Requerimos de Dios, y con Dios y a través de la gracia y ayuda de Dios, obtendremos la paz. Nuestra Madre Bendita desea que reconozcamos las necesidades de los demás. Debemos amarlos porque Dios desea que nos amemos unos a otros así como El nos ama. Cuando el demonio intenta distraernos y molestarnos, perdemos nuestra paz, y cuando no tenemos nuestra paz y nos sentimos distraídos, no podemos realmente orar con propiedad”.

“Ahora bien, es diferente cuando alguien trata de orar y se percata que su mente se encuentra vagando en algo que sucedió ese día. Podrían estar preocupados en lo que están pensando. Esto es diferente a cuando el demonio constantemente intenta separarnos de la oración. Si estamos rezando el Rosario, podemos encontrar muchas dificultades. Enfado y molestia pueden originarse en nuestras familias entre aquellos que desean rezar el Rosario y los que no lo desean”

“Todo esto es el demonio que intenta detenernos, pero la gente debe darse cuenta que cuando han optado por Dios, pueden vencer a Satanás y sus ataques por la gracia del amor de Dios a través de la intercesión de nuestra Madre Bendita. Entonces podrán realizar la voluntad de Dios y liberarse de las tentaciones. ¿Cómo podemos vencer las tentaciones de Satanás? Mediante los Sacramentos, la oración fervorosa, el ayuno y sacrificándonos, por amor -todas estas cosas Satanás no las soporta. Lo que más odia Satanás es que los humanos amemos y confiemos en Dios”.

Debido a la maldad esparcida por el mundo, la gente en ocasiones culpa a Dios y se pregunta porqué Dios lo permite. Christina nos explica: es nuestra libre voluntad. Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, por lo tanto somos libres. Dios nunca nos retira nuestra libre voluntad, la respetará por siempre. Por lo tanto, sólo puede invitarnos, nunca nos forzará.

Christina nos dice: “Debido a nuestra libre voluntad Dios nos dice, que recordemos usarla debidamente mediante discernimiento y la oración. Estamos llamados a hacer las decisiones correctas. Sin embargo Satanás también nos llama. Mediante la oración y los sacramentos, se fortalece nuestra voluntad para realizar la voluntad de Dios. Pero Satanás mediante tentaciones y engaños, también está siempre presente, está constantemente intentando influenciar nuestra libre voluntad para que rechacemos a Dios”.

La batalla entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal, depende de nuestro uso de nuestra libre voluntad que Dios nos ha otorgado.

Christina dice: “Pero no debemos temer a la oscuridad si estamos en la luz, si permitimos y autorizamos a Jesús que viva en nuestras vidas. Esto es lo que Nuestra Bendita Madre me ha enseñado. Mientras menos le temo a Satanás y confíe más en Dios, estoy más capacitada para aceptar la voluntad de Dios”.

Pero no debemos negar la existencia de Satanás. Christina dice que Nuestra Madre le comentó que si negamos la existencia de Satanás, negamos la existencia del pecado. Cuando negamos el pecado, negamos a Cristo y a Su Sacrificio de Redención en el Calvario, que es un sacrificio hecho, – subraya Nuestra Madre- para “redimirnos de nuestros pecados”.

La negación de Satanás, como la negación del Infierno, dice Christina, nos causa que “bajemos nuestra guardia y pongamos nuestras almas en peligro que es precisamente lo que Satanás siempre ha buscado obtener”.


EL INFIERNO


Después de mostrarle a Christina el Infierno en marzo 29 de 1989, Jesús le dijo: “Este es el abismo del pecado, el Infierno, para todos aquellos que no aman a Mi Padre. Hija mía, une tu debilidad a Mí, quien Soy toda fortaleza”.

Christina recuerda: “El Infierno era solamente fuego, Jesús estuvo conmigo durante toda la experiencia. Era aterrador, más allá de cualquier palabra, nunca deseo experimentarlo de nuevo. Era una gran oscuridad y aterrador. Todo lo que podía ver era un interminable océano de fuego, y de alguna forma podía ver a través de ello, flamas atravesando flamas; ahí había figuras de cuerpos, como en el mar, nadando entre el fuego.

Los cuerpos eran negros y las inmensas llamas los atravesaban, Había una grandísima cantidad de cuerpos, Sentí un espantoso sentimiento de terror. No podía hacer mas que temblar y recé por que nadie tuviera nunca que ir al Infierno” En una ocasión, después de 5 semanas de sufrimientos extenuantes, Christina fue invitada a ofrecerse a ser “crucificada”.

Christina cumplió, diciéndole al Señor “si es necesario, crucifícame”.

Después de esto Christina atestiguó la presencia de muchos demonios encolerizados. Al día siguiente, Jesús le informó que a través de su sufrimiento, cinco mil almas fueron salvadas del borde del Infierno. Esas almas estaban aún en vida, Jesús le explicó, y cuando Christina le preguntó; “¿Y si vuelven a su vida pecadora? Jesús le respondió:

“Los he tocado de forma tal que se salvarán”.

Christina dice que aquellos que van al Infierno eligen su destino. “Según lo entiendo yo, tiene que ver con la libre voluntad y el pecado” dice Christina. “Ustedes saben, algunas personas no están conscientes que están cometiendo pecado. Ahí es donde los pastores de la Iglesia tienen que intervenir. Tienen que hacer que la gente se percate de la realidad del pecado. Demasiada gente no reconoce la existencia del pecado. Pero, Dios es misericordia y está lleno de amor, así que alguien que no está consciente del pecado puede pasar por grandes sufrimientos para concientizarse. Esto es como una purificación. Dios desea la salvación de todos pero eso depende por completo de nosotros, acercarnos y buscar la mano auxiliadora de Dios, y si lo hacemos, estaremos a salvo.

“Pero, hay algunos que saben que están haciendo mal y de todas formas no tienen intención alguna de cambiar. Estas gentes pueden desear todo lo mundano por encima de Dios: poder, lujos, y saben que está mal. Conscientemente se percatan de ello y saben que están sirviendo al demonio. El es el príncipe o el rey de este mundo. Este mundo es su reino. Ahora me percato de qué forma nos tienta la carne. La carne es débil. Debemos volver a Dios y suplicar por su gracia mediante la oración y los sacramentos. Debemos disminuirnos y permitir que el Espíritu de Dios crezca en nosotros.

“La oración, ayuno y todo lo que podamos ofrecer, es lo que Dios nos pide que hagamos. Dios nos da su fuerza a través de Su gracia, mediante la oración y mediante los sacramentos. Así que cuando el hombre intencionalmente se aleja de Dios y no quiere reconocerlo, debe comprender claramente que el camino que lleva es el camino que conduce al Infierno. Así pues, el hombre elige por sí mismo el Infierno por sus acciones”

Después de la aterradora escena del Infierno, Nuestra Madre Bendita informó a Christina:

“Hija mía, no tengas miedo de aquellos del mundo. Pon todo lo mundano bajo tus pies, y trabaja solamente por la salvación. La purificación está próxima. Muchos se perderán por los pecados del mundo y los pecados de la carne. Tú, hija mía, debes hacer reparación por aquellos que blasfeman contra mi Hijo el sucesor de Pedro. Mi hijo está rodeado por muchos cuyos corazones están llenos de odio y celos”


FUENTE: http://forosdelavirgen.org

sexta-feira, 22 de março de 2013

Pregare è sconvolgere se stessi. Le fasi della preghiera contemplativa

mexicoart.it

Pregare è sconvolgere se stessi

da un intervento di Frei Betto, tratto da http://www.rrrquarrata.it/nuovo/html/
Pregare è entrare in sintonia con Dio. Ci sono molti modi di farlo e non si può dire che uno sia migliore di un altro. Ci sono preghiere individuali o collettive, basate su formule o spontanee, cantate o recitate. I salmi, per esempio, sono preghiere poetiche delle quali circa cento esprimono lamento e/o denuncia e cinquanta, lode.
Noi occidentali abbiamo difficoltà a pregare, a causa del nostro razionalismo.
In genere, restiamo sulla soglia della porta e ci affidiamo alla preghiera che si appoggia ai sensi (musica, danza, ammirare vetrate o paesaggi, ecc.) o alla ragione (formule, letture, riflessioni, ecc.)
Pregare è entrare in una relazione d’amore. Come succede in una coppia, ci sono livelli di approfondimento tra il fedele e Dio.
Alcuni pregano come l’innamorato che parla troppo all’orecchio dell’innamorata.
Come se Dio fosse sordo e tonto. Assomigliano molto a quella zia che telefona e parla tanto, così tanto che mia madre lascia la cornetta, mescola il cibo nelle pentole e torna, senza che la sua assenza sia stata notata.
Gesù suggerì di non moltiplicare le parole.
Dio conosce i nostri desideri e le nostre necessità. Gesù stesso, narra il Vangelo, amava ritirarsi in luoghi solitari per pregare. “Gesù andò sulla montagna per pregare. E passò tutta la notte pregando Dio.” (Luca 6, 12).
Nella preghiera bisogna abbandonarsi a Dio. Lasciare che Lui preghi in noi.
Se opponiamo resistenza alla preghiera è perché, molte volte, temiamo l’esigenza di conversione racchiusa in essa. Fermarsi davanti a Dio è fermarsi davanti a se stessi. Come in uno specchio, pregando, vediamo il nostro vero profilo – profonde pieghe d’egoismo, tristezze accumulate, invidia radicata, attaccamenti induriti. Da lì la tendenza a non pregare o a dire preghiere che non operino una trasformazione in noi stessi.
I mistici, maestri di preghiera, suggeriscono di imparare a meditare.
Liberare la mente da tutte le fantasie e le idee e lasciar fluire il soffio dello Spirito nel silenzio del cuore. La letteratura mistica insegna il metodo di questo esercizio. Ma è necessario, come Gesù, dedicare del tempo ad esso.
Così come la relazione di una coppia si raffredda se non ha momenti di intimità, allo stesso modo la fede si indebolisce se noi non ci raccogliamo in preghiera. Preghiamo per imparare ad amare come amava Gesù.
Solo la forza dello Spirito dilata il cuore. Perciò una vita di preghiera si valuta non attraverso i momenti dedicati ad essa, ma attraverso i frutti nella vita quotidiana: i valori elencati come beatitudini nel Discorso della Montagna (Matteo 5, 1-12). Ossia, purezza di cuore, distacco dalle cose materiali, fame di giustizia, compassione, coraggio nelle persecuzioni, ecc.
Pregare è lasciarsi amare da Dio. È permettere che il silenzio di Dio risuoni nel nostro Spirito. È lasciare che Lui abiti in noi.
Senza cadere nel fariseismo di pensare che la mia preghiera è migliore della tua, come quel fariseo davanti al pubblicano (Luca 18, 9-14).
Chi prega cerca di agire come agirebbe Gesù. Senza temere i conflitti che derivano dai comportamenti che contraddicono i disvalori della società consumistica e individualistica in cui viviamo.
Pregare è sconvolgere se stessi. Incentrato in Dio, chi prega decentra se stesso negli altri e suscita nella sua vita la felicità di amare perché sa di essere amato.
Parafrasando Giovanni, prima di pregare si conosce Dio “perché se ne sente parlare”. Poi, perché si sperimenta la Sua presenza. Il che portò Jung a esclamare:” Io non credo. Io so”.
Frei Betto
tratto da http://www.rrrquarrata.it/nuovo/html/

Le fasi della preghiera contemplativa

tratto da http://www.dimensionesperanza.it/
Fase uno
Rilassamento e silenzio
Siediti e rilassati.
Lentamente e coscientemente lascia scorrere via ogni tensione e dolcemente cerca la consapevolezza della presenza personale di Dio.
Niente repressione di stati d'animo.
Rilassati e abbandona tutto, non c'è né prima né dopo, ora c'è soltanto l'adesso dove Dio è presente.
Lui è presente.
Ogni cosa è nelle sue mani.
Lascia che si plachino tensioni, ansietà, preoccupazioni, frustrazioni.
Usa il respiro ritmico come ti è stato insegnato nel momento VI dell'introduzione.
Cerca la pace ed il silenzio interiore.
Lascia che la mente, il cuore, la volontà e i sentimenti diventino sereni e tranquilli.
Sii pronto, se necessario, a trascorrere tutto il tuo tempo di preghiera senza nessun pensiero di riuscita, di effetto o di premio.
Sii pronto/a a "sprecare" il tuo tempo in questo modo e a fare un'offerta nuda e disinteressata del tuo tempo e della tua attenzione solo a Dio.
Non è un avvenimento psicologico è un passo di resa e di accettazione del volere di Dio.
Fase due
Consapevolezza della Divina Presenza
Siediti tranquillamente e apriti interamente alla consapevolezza della sua presenza.
"Egli è presente al mio spirito, attento alla mia consapevolezza. Egli dimora al centro del mio vero io, al centro del mio essere.
Egli è più vicino al mio vero io che io stesso ("Dio mi è più intimo del mio stesso intimo" scrive S. Agostino).
Egli mi conosce meglio di quanto io mi conosca.
Egli mi ama più di quanto non ami me stesso.
Egli è per me: "Abbà-Padre". Io sono perché egli è.
Nello specchio della creazione, io sono la sua immagine vivente e la sua somiglianza; quando io amo, rispecchio il suo amore; quando io lo invoco, lui mi sente; quando io cerco la sua attenzione, egli mi risveglia alla sua presenza, "in", "attraverso" e "con" Gesù. Egli parla con la sua parola d'amore: "Sei il mio figlio, sei la mia figlia amata da me, in cui io mi sono compiaciuto".
In, attraverso e con Gesù, egli riversa il suo Spirito, facendo sì che io gridi: "Abbà, Padre".
Egli mi dona la sua Presenza".
Fase tre
L'arrendersi alla Sua Presenza
Guardandolo, consapevole della sua presenza, io mi arrendo in ogni aspetto del mio essere. Mi restituisco a lui: tento di ritirare il mio senso di possesso e supplico che sia lui a possedermi, di vivere in me e attraverso di me, così che "non sono più io che vivo, ma Cristo che vive in me" (Gal 2,4).
Le mie mani, polsi e braccia, la mia testa, orecchi, sensi, cervello, piedi e gambe, ognuno e tutti i miei nervi, muscoli, arterie, organi: tutto possa Lui accettare come uno strumento di pace e trasformarlo come pura offerta.
Abbandono le mie preoccupazioni e affanni: cresco nella certezza che se la mia fede e speranza in lui sono vere, non vi è motivo per ansietà e tensione: egli si occupa dei suoi figli e figlie e li segue. Così abbandono ogni cosa che mi preoccupa in un gesto di fede e di resa.
D'ora in poi lascio che lui mi guidi passo dopo passo. Abbandono tutte le difese del mio cuore, dei miei sentimenti, del mio amore.
Il mio cuore non ama più col suo proprio amore. "Chiunque ama è generato da Dio e conosce Dio" (1 Gv 4,7). È Gesù nel "mio" respiro d'amore. Non sono io che amo, ma egli ama dentro di me, attraverso me…e il suo amore è quieto, sereno, ineffabile e duraturo.
Io mi arrendo con tutta la mia personalità, persino al di là dei miei sentimenti.
Io vado barcollando avanti verso il suo amore che va oltre il mio pensiero.
E la mia unica preghiera consiste solo nella richiesta che in questo silenzio egli possa riversare il suo Spirito e cominciare a vivere e regnare in me.
Io mi arrendo completamente a Gesù mio Salvatore e lo accolgo come mio Signore. Egli ha pregato e sofferto per liberarmi e rivendicarmi come suo.
"Prendimi con tutto quanto possiedo e fa di me qualsiasi cosa vorrai".
"Mandami dove vorrai. Usami come vorrai. Io offro me stesso, e tutto quanto possiedo alla tua autorità, interamente, totalmente, senza condizioni e per sempre".
Esprimiti ora nel silenzio delle tue labbra, con la voce del tuo cuore per mezzo di alcune brevi preghiere ripetitive ma spontanee come ti è stato consigliato nel momento VI dell'introduzione.
Questa fase può trasformarsi in un'ardente e insistente supplica allo Spirito santo per la sua effusione, per i suoi doni, per un senso travolgente della sua presenza e della sua pace.
E la supplica termina sempre nella certezza: "Abbiate fede di averlo ottenuto e vi sarà accordato" (Mt 11,24).
Fase quattro
Conoscere le proprie reazioni,
accettare il suo volere

Molte delle nostre reazioni "naturali" sono espressioni e gesti di non accettazione, di ribellione, di fuga dalla realtà o di repressione: è la nostra rabbia che esplode; l'impazienza s'impossessa di noi come uno spirito malvagio; le nostre antipatie e rancori ci induriscono il cuore; il nostro risentimento è provocato dalle interferenze altrui. Senza che ci rendiamo sempre conto di questo, spesso rifiutiamo di accettare persone, avvenimenti, situazioni, condizioni e perfino noi stessi, come Dio li vuole per noi, e come Lui li accetta per noi.
Questo rifiuto di accettare il suo volere in circostanze concrete, crea nella preghiera come una barriera, un blocco sul nostro cammino verso di Lui. È sua volontà che noi accettiamo persone, circostanze, fatti come essi sono veramente e come si svolgono; è sua volontà che noi non dovremmo mai cercare di influenzare persone o fatti per mezzo di atti di violenza del cuore; è sua volontà che noi esercitiamo su di loro la forza dell'amore, del perdono, della sofferenza, dell'accettazione e del ringraziamento. Nella vita quotidiana questo atteggiamento significa: mai giudicare, mai criticare, mai essere violenti, e mai cercare d'interferire nelle cose altrui.
E così, nella preghiera io prendo coscienza delle vere barriere della non accettazione.
Io guardo ogni barriera e deliberatamente accetto il volere di Dio a questo proposito. Ritiro il mio giudizio soggettivo di condanna: ritiro la mia critica, deploro la violenza dei pensieri, parole e opere, arrischio questo salto di fede e d'amore: lui fa sì che ogni cosa contribuisca al mio vero benessere, quando il mio cuore si rivolge a Lui (cf. Rm 8,28).
A questo punto ti consigliamo di prendere accanto a te una persona con la quale hai difficoltà. Prenderla metaforicamente e portarla con te alla presenza del Signore e pregare per lei, ma non perché sia lei a cambiare. No! Perché piuttosto cambi il tuo modo di vederla, di considerarla.
Così vedrò che l'accettazione del suo volere, s'identifica con l'accettazione della sua guida. Tutto questo mentre egli mi conduce, passo dopo passo, attraverso le circostanze concrete della mia vita quotidiana.
Con la sua volontà, egli mi conduce nel suo regno.
E così abbandono il mio volere personale e cerco di discernere lo svolgimento del suo piano, e man a mano che mi sforzo di seguire il suo desiderio, i miei personali pensieri e progetti perdono la loro importanza.
Fase cinque
Pentimento e perdono

a) Quando entriamo in questa fase di preghiera può darsi che ci sentiamo oppressi da un senso di fallimento e di peccato. Può essere un senso generale di peccato e di non essere degni, oppure è dovuto al fatto che ci siamo lasciati andare spiritualmente. Dobbiamo affrontare questa barriera con uno spirito di sincera penitenza e vera umiltà. Confessiamo le nostre colpe, le nostre mancanze e supplichiamo il suo perdono e lo ringraziamo con molta umiltà per aver ascoltato la nostra preghiera. Allora ci mettiamo al cospetto di Dio come siamo, peccatori, ostacolati spiritualmente e handicappati in molti modi, malati cronici. E accettiamo queste limitazioni e queste incapacità perché lui ci accetta come siamo, perché lui ci ama come siamo.
Non cullare i sensi di colpa: dobbiamo accettare e abbracciare il suo perdono e il suo amore totalmente e completamente.
Sentimenti di colpa e d'inferiorità davanti a Dio sono espressioni di egoismo e di egocentrismo. Perchè diamo più importanza al nostro piccolo io peccatore, che al suo amore immenso e infinito.
Il senso di colpa è in realtà una forma di narcisismo.
Riconosciamo le nostre colpe e la nostra inferiorità: la sua bontà è più grande della nostra cattiveria. Accettiamo la sua gioia nell'amarci e nel perdonarci. Saper riconoscere la nostra iniquità aprendoci alla sua misericordia è una grazia guaritrice.
b) Quando siamo incapaci di pregare e non vi è una precisa ragione, tranne un senso di disagio e di indegnità, il libro: "La nube della inconoscenza" ci potrà aiutare:
"poiché tutto il male è riassunto in quell'unica parola il "peccato"

sia attivo che passivo, preghiamo con l'intenzione di rimuovere
questo male; non c'è bisogno né di pronunciare, né di pensare,
né di sottintendere altro che questa unica semplice parola "peccato"…

Dovreste riempire il vostro spirito con il più profondo significato
della sola parola "peccato" senza analizzare che genere di peccato sia,
veniale o mortale, d'orgoglio, rabbia, invidia, avarizia, pigrizia, gola,
lussuria."

Devi sentire il peccato in tutta la sua totalità, come una "massa" estranea senza specificarne nessuna caratteristica in particolare, e devi sentire che questa massa estranea sei tu.
Perciò lascia che il tuo cuore si rivolga a Lui con fiducia e che sussurri, nel silenzio delle tue labbra, questa antica e fondamentale preghiera:
"Signore Gesù Cristo, Figlio del Dio vivente, abbi pietà di me peccatore"
Fase sei
Contemplazione

Ormai ho allontanato ogni ostacolo dal mio cuore, ogni pensiero dalla mia mente, ogni indecisione dal mio volere: "Ora lui desidero, lui cerco, nulla all'infuori di lui".
Basterebbe che io mi sentissi mosso amorosamente da una forza misteriosa, e che in questa spinta interiore, io non avessi nessun altro vero pensiero, nessun altra cosa tranne Dio, e che il mio desiderio fosse costantemente e semplicemente rivolto a Lui.
Mi rivolgo completamente alla sua presenza. Io lo fisso attentamente. La sua presenza diventa sempre più reale per me. Egli magnetizza la mia vista interiore. Il mio sguardo riposa in lui semplicemente e con amore.
La mia preghiera allora non è altro che una consapevolezza amorosa.
Mentre sto tranquillo e sono in una calma e semplice consapevolezza della sua presenza, il mio cuore avanza a tentoni verso di lui e si apre a ricevere il suo amore. È una preghiera senza parole, nutrita da un ardore silenzioso.
Ricorda: "Egli può essere afferrato e tenuto con l'amore, ma con il pensiero mai".
Vi sono delle tenebre che non possono essere attraversate con il pensiero e a sapienza, ma solo con un amore ardente.
"Spazza via questa nuvola di non conoscenza tra te e Dio, con una freccia pungente di ardente amore".
"Bella felice notte,
segretamente, senza essere veduta,
senza nulla guardare,
senza altra guida o luce
fuor di quella che in cuor mi riluce.
Questa mi conduceva più sicura che il sol
del mezzogiorno,
là dove mi attendeva
Chi bene io conosceva
e dove nessun altro si vedeva".
Questa fase può benissimo essere sostenuta da una preghiera ripetitiva, portata avanti con un tranquillo ritmo di respirazione.
Fase setteRicevere
Dio è sempre attento a noi. Egli non può non ricevere chi cerca con fede e amore. La frase "cerca e troverai sempre" si trasforma in "cerca e sarai sempre trovato". Egli cerca noi, prima, mentre e dopo che noi lo cerchiamo.
"Ti ho amato e di amore eterno, per questo ti conservo ancora pietà" (Ger 31,3).
È parola del Signore.
Ed egli è attento a me: si volge verso di me, mi cerca; è ansioso di invadere il mio spirito; vuole che il suo Spirito mi possieda.
Io mi rilasso nel calore del suo amore. Sento che egli ha il suo sguardo fisso su di me.
Gesù, il mio Signore, è desideroso di possedere il mio cuore, col quale amare suo Padre, col quale irradiare il suo amore.
"Chi mi ama sarà amato dal Padre mio, e anch'io lo amerò e mi manifesterò a lui…e verremo a lui e prenderemo dimora presso di lui", parola del Signore (1 Gv 4,16).
Egli ci riempie della sua presenza con il suo spirito. Noi possiamo percepirlo solo nella fede o, per mezzo della sua grazia, nell'esperienza. La sua presenza porta una profonda pace spirituale, una serenità più grande e ci rende possibile l'accettazione e la sofferenza. La sua presenza dissipa la disperazione e fa sgorgare gioia e amore, accende un faro di luce e un forte desiderio di pregarlo e di ringraziarlo. O, se questo è il suo volere, porta la capacità di servirlo e proclamarlo, di testimoniare il suo regno, di portare la guarigione nel suo nome, di portare pace e unità agli uomini di buona volontà.
Fase ottoIntercessione
C'è bisogno di intercedere. Gesù continua a salvarci attraverso la sua continua intercessione (cf Eb 7,25). In un certo senso egli ha anche bisogno di far uso dei nostri cuori per questa intercessione. Certamente noi dobbiamo cercare il donatore più che il dono, ma il donatore cerca di salvare il suo popolo. Attraverso il suo Spirito in noi, egli si preoccupa per tutti quelli che dovrebbero essere il suo popolo: per mezzo nostro egli vuole intercedere e soffrire. Dobbiamo supplicare e mai perderci di coraggio (cf Lc 18,1), con fede semplice e fiduciosa. La sua promessa è questa: "Chiedete e vi sarà dato".
Dobbiamo imparare a pregare con la certezza che egli ha già dato quello che noi chiediamo, come il Signore ci ha sollecitato a pregare:
"Tutto quello che domandate nella preghiera, abbiate fede di averlo
ottenuto e vi sarà accordato" (Mc 11,24; cf 1 Gv 5,14-15; Gc 1,5-6).
Noi preghiamo secondo la sua volontà (cf 1 Gv 5,14-15) per il suo regno in noi stessi e negli altri, Signore, insegnaci a pregare: sia glorificato il tuo nome, venga il tuo regno, la tua volontà si compia nella mia vita e nella vita degli altri; Signore, dona la tua pace a….; aiuta …..nelle necessità, Signore fa conoscere il tuo nome a….
Perciò alla fine della preghiera lascia che il tuo cuore si dilati nell'intercessione.
Fase noveLode e ringraziamento
Gesù invariabilmente ringraziava e lodava il Padre e insegnava ai suoi discepoli a fare altrettanto: la sua preghiera eucaristica è una preghiera di ringraziamento e di intercessione.
Quando ci avrà resi consapevoli della sua presenza, o ci avrà toccati col suo spirito, e riempiti con la sua grazia e la sua pace, noi spontaneamente lo ringrazieremo e lo loderemo.
Può darsi che venga il momento in cui giungeremo a ringraziarlo perfino quando saremo partecipi della solitudine e sofferenza di Gesù, semplicemente perché la sua volontà si sta attuando in noi.
A CONCLUSIONE dell'esposizione di questo cammino, che ti auguriamo di realizzare nella tua vita, ti preghiamo di tenere presente:
· La preghiera è essenziale
· …per essere in contatto con Gesù

· …avendo chiaro che "l'organo giusto per la preghiera è il cuore"

· …e che il cuore è il profondo del tuo essere
· …lì dove dimora il Signore, il nostro Dio.
Ed infine tieni ancora presente che nel Regno di Dio non ci viene chiesto di crescere divenendo grandi e forti. Al contrario, ci viene chiesto di divenire bambini, di permettere a Dio di agire dentro di noi.
tratto da http://www.dimensionesperanza.it/

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    Preghiera e vita mistica alla luce di Maria



    Preghiera e vita mistica alla luce di Maria
    Data: Mercoledi 15 Giugno 2011, alle ore 9:37:43
    Argomento: Spiritualità



    da Jesús Castellano Cervera, Preghiera e vita mistica alla scuola di Maria, in Aa. Vv. Maria guida sicura in un mondo che cambia, Centro di Cultura Mariana "Madre della Chiesa, Roma 2002, pp. 121-129.




    Una preghiera continua
    Il semplice enunciato di queste parole apre un orizzonte molto vasto che certamente non intendo svolgere né dal punto di vista biblico, né da quello teologico, né da quello spirituale e mistico. Farò quindi solo qualche piccola e breve annotazione in modo da cogliere il messaggio fondamentale che da Maria ci viene come guida sicura nel campo della preghiera e della mistica.
    Possiamo partire da una serie di affermazioni fondamentali, quasi delle tesi semplici, che ci aiutino a cogliere con semplicità l'icona di Maria orante.
    Nella vita di Maria, come in quella di Cristo, l'unità fra preghiera e vita è perfetta, perché in Lei perfetta e costante è la comunione con Dio. Maria ci viene sempre presentata in quella sua incessante attenzione interiore a Dio e ai misteri del suo Figlio.
    Ma, come nella vita di Gesù, anche nella vita della Vergine emergono momenti di preghiera esplicita e preghiere esplicite, anche se predomina il realismo del pregare silenzioso ed operoso.
    È preghiera riflessiva e dialogale quella di Maria all'annunzio dell'Angelo; quella della sua consegna-offerta alla volontà del Padre con le parole: «Ecco l'Ancella del Signore», vertice della preghiera dell'Antico Testamento (cf. Lc 1,26-38).
    È preghiera di lode il Magnificat, con le modulazioni della preghiera biblica dei Padri della prima alleanza (cf. Lc 1,46-55).
    È preghiera l'offerta generosa del Figlio a Gerusalemme, pur nella silenziosa processione offertoriale della madre, di Giuseppe e del Figlio (cf. Lc 2,22 e ss.).
    È preghiera di intercessione quel semplice «Non hanno vino» alle nozze di Cana di Galilea (cf. Gv 2,3 ).
    È ineffabile comunione con la preghiera più alta del Figlio il suo stare ai piedi della Croce, silenziosa e desolata, vivente Madre dei figli dispersi, quasi per dare senso e collaborazione materna alla preghiera sacerdotale del Figlio all'ultima Cena.
    È modello ed espressione di preghiera ecclesiale la sua presenza orante, in perseverante attesa ed in sollecita comunione materna, con i discepoli nel Cenacolo (cf. At 1,14).
    È sufficiente ricordare il suo pregare sempre, il suo essere sempre docile, il suo "essere preghiera" nelle varie circostanze, sempre in comunione con Cristo, sempre rivolta al Padre, sempre sotto l'azione del Paraclito.
    Mi soffermo per il momento solo su un dettaglio della sua preghiera, quella accentuata da Luca, per ben due volte: la preghiera del cuore contemplativo (cf. Lc 2,19 e 51).

    Profondità spirituale di un cuore contemplativo

    Nel profilo spirituale di Maria, e quindi nella sua spiritualità, è decisiva l'annotazione lucana che svela una pagina autobiografica di Maria: «Serbava tutte queste cose, meditandole nel suo cuore» ... «Sua madre serbava tutte queste cose nel suo cuore» (Lc 2,19 e 2,51). E il duplice riferimento lucano.
    Questo riferimento, - nel contesto degli episodi dell'infanzia, quando si apre e si chiude il periodo delle manifestazioni del Figlio appena nato, e dopo il suo ritrovamento a Gerusalemme - è importante. Maria rimane come fissata entro la grande tradizione sapienziale che sa ricordare e meditare le meraviglie di Dio per trasmetterle alle generazioni future. Vive con profondità contemplativa le parole e gli eventi; ricorda, attualizza in maniera dinamica, medita, discerne. Vi è chi ha interpretato in maniera plastica l'atteggiamento di Maria con queste parole che alludono a una specie di gioco dei dadi:
    «Il termine "symbállousa", esclusivo di Luca, significa decifrare un enigma, armonizzare gli estremi che apparentemente sono contrari. "Simbolizzare" o "simboleggiare' nel senso greco, significa "mettere insieme" (come diciamo del "simbolo degli apostoli"), o agitare i dadi nella cavità della mano. Maria agita nel suo cuore parole ed eventi, provocando così, fra di loro, un urto salutare e una chiarificazione di ciascuno di essi». E questa l'osservazione di un esegeta del nostro tempo.7
    È stato detto che il cuore è il luogo ecclesiale per eccellenza, l'organo che riassume la persona e la libertà. Come conseguenza la dimensione cordiale, sapienziale, contemplativa che è uno dei tratti essenziali di Maria nel Vangelo di Luca, ci offre la chiave per capire la sua personalità: una donna dal cuore puro e profondo che assume la storia, capace di fare un confronto fra le promesse e gli eventi di grazia, l'annuncio e il compimento, donna che cerca la luce nelle apparenti contraddizioni, un cuore memore per ricordare, specialmente, come accade spesso, nell'ora della prova, quando il cuore diventa più sensibile alla memoria e alla vita.
    Questo atteggiamento di Maria è stato ricordato in modo implicito - con riferimento a Lc 2,19.51 - dal Vaticano II nella Costituzione dogmatica Dei Verbum, n. 8. Come appare da questo numero - che parla della viva trasmissione della verità rivelata, sotto l'azione dello Spirito Santo, nella Chiesa che crede e che prega - la Chiesa guarda a Maria per magnificare la meditazione delle parole e l'esperienza delle realtà trasmesse che i fedeli vivono, imitando Maria, per arrivare ad una più profonda esperienza della rivelazione nel tempo. È qui il segreto della profondità contemplativa che è capace di mettere insieme la parola e la storia, la rivelazione e l'evento quotidiano. Ed è qui che Maria diventa modello di una Chiesa profetica, che dalle profondità del cuore, con la grazia dello Spirito Santo, decifra i segni dei tempi, cresce nella comprensione della verità, proferisce parole piene di senso per gli uomini e le donne di oggi, prende decisioni e fa scelte evangeliche, si lascia fecondare dalla potenza dello Spirito.
    Possiamo affermare che è questa la preghiera fondamentale del cristiano, alla luce di Maria: una costante memoria nel cuore dell'azione di Dio nella propria vita e nella storia, alla luce della parola e della vita. Ma con la profondità di un cuore contemplativo.
    In questo modo la vita è illuminata dalla parola, si vive a partire dalla profondità del cuore, e la preghiera si inserisce nel tessuto della vita, in piena comunione trinitaria.

    Maria guida sicura nel cammino della mistica cristiana
    Maria è certamente guida sicura nelle vie della mistica cristiana. Essa infatti ha partecipato pienamente al mistero di Cristo con una totale identificazione, nel vertice della comunione trinitaria e della solidarietà umana, in ogni attimo della Vita del Cristo, seguendo sempre passo passo Maria, come Madre e come Sposa, come Chiesa.
    In Maria c'è l'ebbrezza della mistica trinitaria, della comunione totale con il Figlio, della docilità estrema alla grazia dello Spirito Santo. Anche lei varca gli abissi del paradosso nella mistica della notte oscura ai piedi della Croce ed oltre, fino all'alba radiosa della Risurrezione. Anche lei, Maria, ha una particolare esperienza mistica della presenza gloriosa del Figlio in cielo e della sua comunicazione nella fede a lei, durante il tempo che trascorse fra l'Ascensione e la sua Assunzione.
    Forse occorre mettere in luce che Maria vive una mistica non individuale, ma spiccatamente comunitaria, in un noi con Cristo e con la Chiesa.
    La mistica di Maria è anche la mistica della quotidianità, dell'equilibrio divino-umano della vita di Nazaret, in comunione con il Figlio e Giuseppe, in un periodo di suprema e sconvolgente normalità con il cielo in terra: non estasi né visioni, non locuzioni e voli dello spirito, non stimmate o altre esperienze fenomeniche.
    In Maria:
    - l'estasi è il vivere fuori di sé, attenta al Figlio e alla volontà del Padre;
    - la visione è lo sguardo di fede sul suo Figlio;
    - le locuzioni sono l'ascolto della sua parola e lo stupore per il suo silenzio;
    - l'unico volo dello Spirito è il volteggiare di Maria nella normalità della casa di Nazaret: non altre esperienze fenomeniche, anche se Maria porta nel cuore trafitto dalla Parola il segreto di un cuore aperto ed attento alle promesse e alle sorprese di Dio.
    All'uomo e alla donna contemporanea dobbiamo ridonare la semplice mistica di Maria di Nazaret, nella pienezza del suo vivere umano e divino, con il cielo in terra, ma con la terra impregnata di divino.
    È questa la vera mistica cristiana, alla quale tutti dobbiamo aspirare, verso la quale dobbiamo camminare avendo in Maria una guida sicura.

    Una mistica mariana

    Non vorrei, tuttavia, tralasciare una parola circa un modo di vivere la devozione mariana, che è appunto la dottrina del grande maestro della spiritualità mariana di tutti tempi, Luigi Maria Grignion da Montfort.
    La vera devozione, insegnata dal Montfort, è in realtà una mistica mariana. Vivere il mistero di Maria significa vivere con lei e per lei il mistero della salvezza, collaborandovi e rispondendo. Se non ci si situa su questa prospettiva mistica del Trattato è difficile capirne il senso profondo. Talvolta la spiritualità contemporanea manca di una vera attenzione alla mistica; per questo non coglie certe profondità, che vengono e dalla teologia mistica cristologico-mariana e dalla esperienza mistica mariana, della storia del passato e di quella contemporanea Mi riferisco alla mistica mariana autentica, di pura zecca, non apocrifa ma veritiera, convalidata dalla verità e dalla vita evangelica.
    In realtà, la forza del messaggio mariano del Montfort poggia su questa visione «mistica» della spiritualità e quindi della salvezza. Le sue pagine centrali si riferiscono a questa mistica che esprime il progetto di Dio, che è il mistero di Cristo e porta il sigillo della gratuità.
    È la mistica della grazia che plasma il cristiano. È il noto paragone dell'immagine formata con lo scalpello e con lo stampo. La prima è la via ascetica; la seconda - quella dello stampo - e la via mistica, la via mariana. Essa rivela una grazia ed un atteggiamento che è quello del lasciare pienamente spazio a Dio nella nostra vita. Abbandonarsi, donarsi, lasciare che Maria formi in noi il Cristo. Dimensione mistica della grazia, del dono sovrabbondante: come nei vertici della mistica cristiana, dove Dio agisce e la persona - attivamente passiva sotto l'azione dello Spirito - viene purificata, illuminata, unita a Dio, conformata a Cristo. La figura dello stampo e immagine stupenda, ripresa dal Montfort anche nel Segreto di Maria, data la sua efficacia.8
    Questa mistica richiede una certa passività, ma vivificata da una intensità di vita teologale, nella accoglienza della azione di Dio che agisce in maniera materna per mezzo di Maria. E una forma di esprimere e sperimentare la sua maternità, la sua mediazione materna. Ciò comporta una presenza, una trasparenza, una comunione che modella una effettiva conformazione a Cristo, che è il termine della identificazione e della conformazione. Siamo "formati" ad immagine del Figlio primogenito.
    La via a questa collaborazione, che comporta l'ascesi della disponibilità, è la sinergia nello Spirito Santo. Essa richiede nell'interiorità della vera devozione la consacrazione totale e la crescita in un esercizio interiore di comunione. Si tratta di quella via mistica ed ascesi insieme che poggia sull'indissolubile nesso del per mezzo di Maria, con Marta, in Maria e per Maria, in una equivalenza che lo Spirito di Cristo fa in Maria ed in noi, per agire quindi per mezzo di Gesù, con Gesù, in Gesù e per Gesù.9 Una via che comporta la necessaria dimensione pneumatologica: azione in noi dello Spirito, accoglienza e risposta nello Spirito Santo.
    Una reciprocità simile alla dimensione "in Cristo" secondo la nota espressione di un monaco del Monte Athos, che aveva quasi fissato in una formula la sua vita in Cristo: «La sua vita è la mia vita»: si riferiva a Cristo.10 Una reciprocità che comporta anche la verità dell'espressione: «La mia vita è la sua vita».
    Il Montfort ha avuto la grazia di proporla in termini chiari. Oggi però la ricchezza della spiritualità che contempla il profilo spirituale di Maria - un profilo di santità come comunione con Cristo, realistico ed impegnato - offre alla mistica monfortana un necessario complemento, qualora ce ne fosse bisogno. Ed è in questi termini che la spiritualità contemporanea può e deve accogliere il messaggio del Montfort.
    - Tutto per mezzo di Maria. Una profondità esistenziale della comunione spirituale con lo spirito della Madre. Essere come Maria, o essere Maria... E la dimensione mistica dell'essere di Cristo in noi, di Maria in noi.
    - Tutto come Maria. È la linea della imitazione attualizzata, con la connotazione teologica e spirituale che abbiamo messo in luce. Il rapporto di Maria con Cristo, anzi con la Trinità è unico, ma è esemplare. Per questo ella è anche per il cristiano il vero archetipo umano della risposta e della collaborazione totale al piano di Dio. Si tratta di imitare, ma in profondità, fino ad arrivare a rivivere i sentimenti di Cristo Gesù e i sentimenti di Maria di Nazaret... Nessuno può vivere in Cristo se non vive come Cristo. Nessuno può vivere in Maria se non vive come Maria. È l'esigenza reciproca di comunione e di imitazione, dal più profondo, ma con la norma evangelica del vissuto mariano, con la nota del caro mino della crescente fedeltà.
    - Tutto in Maria. È il mistero della presenza, o meglio della compresenza di Maria nella nostra comunione trinitaria o inabitazione. La dimora di Maria è la Trinità. In questa comunione Maria ha una sua inabitazione nel cristiano, sempre nella comunione dello stesso Spirito. Il cristiano, per Cristo nello Spirito, ha anche la radice in questo paradiso, in questo santuario, in questa vita mariana. Ma senza disgiunzioni, piuttosto in una ritrovata armonia della comunione con Maria nello stesso Cristo e nel medesimo Spirito. È allora che la frase del monaco del Monte Athos può essere anche riferita a Maria, come appare implicitamente dalla dottrina del Montfort. Si potrà dire pure: «La mia vita è la sua vita». E una autentica comunione di vita. Il cristiano può offrirsi, come un supplemento di umanità, affinché viva in noi Maria, viva in noi Cristo.
    - Tutto, finalmente, per Maria e per Gesù, nella dimensione della finalità, del servizio, della collaborazione al piano della salvezza. Il servizio è la dedicazione totale, l'essere servi, trasparenza della volontà di Dio.
    La Vergine è la «tavola theògrafa», scritta da Dio, come si esprime l'Ufficio bizantino della Dormizione. E scritta la volontà di Dio nel suo cuore, incisa dallo Spirito. È il vertice della Alleanza vissuta. Maria è, come la chiama Chiara Lubich, il «Celeste piano inclinato» che avvicina Dio e alla sua volontà, che la rende presente nel mondo e dinamizza la storia della salvezza formando discepoli a sua immagine, ad immagine di Cristo.

    Conclusione
    All'inizio del terzo millennio la Chiesa ci chiede di vivere la grazia e l'impegno della preghiera, dono e arte, impegno e grazia, comunione con Dio e con i fratelli, quotidiano appuntamento con il Signore della vita e della storia. Ma prospetta anche per il cristiano e la cristiana di oggi una vita che porti il sapore e la sapienza, l'unzione interiore e la fortezza esteriore della mistica cristiana. È questa la via della verità e della vita, di un cristianesimo vissuto con il sigillo dell'esperienza.
    Davanti a proposte fuorvianti di preghiera e di spiritualità, esagerazioni misticheggianti e fanatismi o devozionalismi vuoti, guida sicura della preghiera e della mistica è Maria, nella sua grandezza immensa di comunione con la Trinità e nella sua semplicità sconvolgente della vita mistica, vissuta nel mistero, vissuta come mistero. Ma con quell'equilibrio che possiamo chiamare mistica del quotidiano, mistica di Nazaret, della Madre del Signore nel quotidiano umano-divino, che è tutto il cielo in terra e il divino nell'umano.

    NOTE

    7 E. HAMEL, Discernement "in Spiritu" dans l'Evangile de l'enfance selon Saint Luc. in Cahiers Marials 24 (1979) p. 184-185.
    8 Cf. Segreto di Maria, in L.M. GRIGNION DE MONTFORT, Opere complete. I. Scritti Spirituali, Edizioni Monfortane, Roma 1990, n. 16-17.
    9 Cf. Trattato della vera devozione, ibid., n. 257 e ss.
    10 ARCH. SOFRONY, Sa vie est la mienne, Cerf, Paris 1981.








    Questo Articolo proviene dal PORTALE DI MARIOLOGIA
    FONTE

    quinta-feira, 21 de março de 2013

    PREGHIERE A GESU’ MISERICORDIOSO

    PREGHIERE A GESU’ MISERICORDIOSO
    CONSACRAZIONE A GESU’ MISERICORDIOSO
    Misericordiosissimo Salvatore, io mi consacro totalmente e per sempre a Te. Trasformami in un docile strumento della tua Misericordia. O Sangue e Acqua che scaturisci dal Cuore di Gesù come sorgente di Misericordia per noi, confido in Te!
    ATTO DI CONSACRAZIONE DELLA FAMIGLIA AL CUORE MISERICORDIOSO DI GESU’
    Cuore Misericordioso di Gesù, confidando infinitamente nella tua Misericordia, consacriamo a Te totalmente ed incondizionatamente la nostra famiglia. Sii Tu il Signore, il Re e l’Amico della nostra famiglia. Prendi tutto quello che abbiamo e particolarmente i nostri cuori sotto il tuo esclusivo dominio. Illumina le nostre menti, rafforza la nostra volontà e benedici le nostre imprese.
    Condividi con noi le gioie e i dolori, perdonaci sempre le nostre debolezze e le nostre colpe, aiutaci e consolaci e nell’ora della nostra morte sii per noi non il Giudice, ma il Salvatore Misericordioso.
    E Tu, Vergine Santissima, Madre di Dio e Madre nostra Celeste, insegna ai tuoi figli ad amare, servire, lodare per sempre il Cuore Misericordioso del tuo Figliolo divino.
    San Giuseppe, Custode della Sacra Famiglia, prendi la nostra sotto il tuo potente patrocinio.
    Amen.
    PREGHIERA A GESU’ MISERICORDIOSO
    O Gesù, Amico del mio cuore, Tu sei il mio solo rifugio e per me l’unico riposo.
    Sei la salvezza nelle tempeste della vita, la mia serenità nei travagli del mondo.
    Tu sei per me la pace nelle tentazioni, il sostegno nelle ore disperate e la vittoria nel combattimento che sostengo per portare alle anime il Regno.
    Tu solo puoi comprendere un’anima che soffre e resta muta, perché conosci le nostre colpe e le nostre debolezze così bene che incessantemente ci perdoni, ci sollevi e fai in modo che impariamo
    ad amarti sempre piu!
    Gesù, confido in Te! Amen.
    A GESU’ MISERICORDIOSO
    Signore, nostro Dio, Tu che non sei un Dio che ci osserva dall’alto del suo trono, ma sei Uno che palpita di Amore e di trepidazione accanto a ciascuno di noi, donaci la protezione della tua Madre Immacolata, di San Giuseppe, tuo tenerissimo padre putativo e degli Arcangeli tutti, affinchè con il loro sostegno possiamo concludere la battaglia che Tu stai compiendo con noi e per noi.
    Noi che non ci accorgiamo dei nostri nemici che si mimetizzano dentro ed intorno a noi.
    Abbi pietà della nostra debolezza e soccorrici ogni momento.
    Nell’ora della nostra morte abbi misericordia di noi.
    Te lo chiediamo per i meriti delle Tue Sante Piaghe e per il Tuo Sangue Preziosissimo.
    Amen.
    PREGHIERA A GESU’ MISERICORDIOSO del Santo Padre Giovanni Paolo II
    Ti benediciamo, Padre santo: nel Tuo immenso amore verso il genere umano, hai mandato nel mondo come Salvatore il Tuo Figlio, fatto uomo nel grembo della Vergine purissima.
    In Cristo, mite ed umile di cuore Tu ci hai dato l'immagine della Tua infinita misericordia.
    Contemplando il Suo volto scorgiamo la Tua bontà, ricevendo dalla Sua bocca le parole di vita, ci riempiamo della Tua sapienza; scoprendo le insondabili profondità del Suo cuore impariamo benignità e mansuetudine; esultando per la sua risurrezione, pregustiamo la gioia della Pasqua eterna.
    Concedi, o Padre, che i tuoi fedeli, onorando questa sacra effigie, abbiano gli stessi sentimenti che furono in Cristo Gesù, e diventino operatori di concordia e di pace.
    Il Figlio Tuo, o Padre, sia per tutti noi la verità che ci illumina, la vita che ci nutre e ci rinnova, la luce che rischiara il cammino, la via che ci fa salire a Te per cantare in eterno la Tua misericordia.
    Egli è Dio e vive e regna nei secoli dei secoli. Amen.
    (Preghiera recitata dal Santo Padre Giovanni Paolo II il 23 aprile 1995, in occasione della «Domenica della Divina Misericordia», nella Chiesa di Santo Spirito in Sassia.)
    Litanie alla Divina Misericordia
    Signore, pietà, Signore, pietà.
    Cristo, pietà, Cristo, pietà.
    Cristo, ascoltaci. Cristo ascoltaci.
    Cristo, esaudiscici, Cristo esaudiscici.
    Padre del cielo, Dio, abbi pietà di noi.
    Figlio, redentore del mondo che sei Dio, abbi pietà di noi.
    Spirito Santo, Dio, abbi pietà di noi.
    Santa Trinità, unico Dio, abbi pietà di noi.
    Misericordia di Dio, che scaturisci dal seno del Padre, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, massimo attributo della Divinità, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, mistero incomprensibile, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, sorgente che emani dal mistero della Trinità, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che nessuna mente né angelica né umana può scrutare, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, da cui proviene ogni vita e felicità, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, sublime più dei cieli, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, sorgente di stupende meraviglie, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che abbracci tutto l'universo, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che scendi al mondo nella persona del Verbo Incarnato, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che scorresti dalla ferita aperta del Cuore di Gesù, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, racchiusa nel Cuore di Gesù per noi e soprattutto per i peccatori, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, imperscrutabile nell'istituzione dell'Eucaristia, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che fondasti la Santa Chiesa, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che istituisti il Sacramento del Battesimo,confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci giustifichi attraverso Gesù Cristo, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che per tutta la vita ci accompagni, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci abbracci specialmente nell'ora della morte, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci doni la vita immortale, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci segui in ogni istante della nostra esistenza, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che converti i peccatori induriti, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci proteggi dal fuoco dell'inferno, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, meraviglia per gli angeli, incomprensibile ai santi, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, presente in tutti i divini misteri, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ci sollevi da ogni miseria,confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, sorgente d'ogni nostra gioia, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che dal nulla ci chiamasti all'esistenza,confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che abbracci tutte le opere nelle Tue mani, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che coroni tutto ciò che esiste e esisterà, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, in cui tutti siamo immersi, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, amabile conforto dei cuori disperati, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, in cui i cuori riposano e gli spauriti trovano pace, confidiamo in Te.
    Misericordia di Dio, che ispiri speranza contro ogni speranza, confidiamo in Te.
    Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo,
    perdonaci, o Signore,
    Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo
    ascoltaci, o Signore,
    Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo
    abbi pietà di noi.
    Preghiamo
    Dio eterno, la cui Misericordia è infinita e in cui il tesoro della compassione è inesauribile, rivolgi a noi uno sguardo di bontà e moltiplica in noi la Tua Misericordia, affinché, nei momenti difficili non ci perdiamo d'animo e non smarriamo la speranza, ma, con la massima fiducia, ci sottomettiamo alla Tua santa volontà, la quale è Amore e Misericordia. Amen.
    ALCUNE PREGHIERE DI SANTA FAUSTINA KOWALSKA
    Davanti al Santissimo Sacramento
    Ti adoro Creatore e Signore nascosto nel SS.mo Sacramento. Ti adoro per tutte le opere delle Tue mani, nelle quali si rivela tanta sapienza, bontà e misericordia. O Signore, hai seminato tanta bellezza sulla terra ed essa mi parla della Tua bellezza, benché sia soltanto un pallido riflesso di Te, Bellezza inconcepibile. E sebbene Ti sia nascosto e Ti tenga occultato ed abbia nascosto la Tua bellezza, il mio occhio illuminato dalla fede Ti raggiunge e la mia anima riconosce il suo Creatore, suo sommo bene, ed il mio cuore s'immerge totalmente in una preghiera di adorazione.
    O mio Creatore e Signore, la Tua bontà m'incoraggia a parlarTi, la Tua misericordia fa scomparire fra di noi l'abisso che separa il Creatore dalla creatura. E’ una delizia per il mio cuore parlare con Te, o Signore. In Te trovo tutto ciò che il mio cuore può desiderare. Qui la Tua luce illumina il mio intelletto e lo rende idoneo a conoscerTi sempre più profondamente. Qui sul mio cuore scendono torrenti di grazie, qui la mia anima attinge la vita eterna.
    O mio Creatore e Signore, Tu solo oltre a questi doni mi dai Te stesso e Ti unisci strettamente alla Tua misera creatura. Qui i nostri cuori si comprendono senza ricorrere alle parole, qui nessuno è in grado di interrompere il nostro colloquio. Quello di cui parlo con Te, o Gesù, è un nostro segreto, di cui le creature non saranno messe al corrente... Si tratta di perdoni segreti, che conosciamo solo Gesù e io; è un segreto della Sua misericordia che abbraccia singolarmente ogni anima. Per questa Tua inconcepibile bontà, Ti adoro, o Creatore e Signore, con tutto il cuore e con tutta l'anima. E benché questa mia adorazione sia tanto misera ed insignificante, tuttavia sono tranquilla perché so che Tu conosci che essa è sincera, sebbene così inadeguata (556-557).
    Preghiera di ringraziamento
    O Gesù, o Dio eterno, Ti ringrazio per i Tuoi innumerevoli benefici e le Tue grazie. Ogni battito del mio cuore sia un inno di ringraziamento per Te, o Dio. Ogni goccia del mio sangue circoli per Te, o Signore. La mia anima è tutta un cantico di ringraziamento alla Tua misericordia. Ti amo, o Dio, per Te stesso (588).
    Per ottenere la Misericordia di Dio per il mondo intero
    Dio di grande misericordia, bontà infinita, ecco che oggi tutta l'umanità grida dall'abisso della sua miseria alla Tua misericordia, alla Tua compassione, o Dio, e grida con la voce potente della propria miseria. O Dio benigno, non respingere la preghiera degli esuli di questa terra. O Signore, bontà inconcepibile, che conosci perfettamente la nostra miseria e sai che non siamo in grado di innalzarci fino a Te con le nostre forze, Ti supplichiamo, previenici con la Tua grazia e moltiplica incessantemente su di noi la Tua misericordia, in modo che possiamo adempiere fedelmente la Tua santa volontà durante tutta la vita e nell'ora della morte. L'onnipotenza della Tua misericordia ci difenda dagli assalti dei nemici della nostra salvezza, in modo che possiamo attendere con fiducia, come figli Tuoi, Tua ultima venuta nel giorno noto soltanto a Te.
    E speriamo, nonostante tutta la nostra miseria, di ottenere tutto ciò che ci è stato promesso da Gesù, poiché Gesù è la nostra fiducia; attraverso il Suo Cuore misericordioso, come attraverso una porta aperta, entreremo in paradiso (516-517).
    Per la santa Chiesa e per i sacerdoti
    O mio Gesù, Ti prego per tutta la Chiesa, concedile l'amore e la luce del Tuo Spirito, dai vigore alle parole dei sacerdoti, in modo che i cuori induriti si inteneriscano e ritornino a Te, Signore. O Signore, dacci santi sacerdoti; Tu stesso conservali nella santità. O Divino e Sommo Sacerdote, la potenza della Tua misericordia li accompagni ovunque e h difenda dalle insidie e dai lacci del diavolo, che egli tende continuamente alle anime dei sacerdoti. La potenza della Tua misericordia, o Signore, spezzi ed annienti tutto ciò che può oscurare la santità dei sacerdoti, poiché Tu puoi tutto (367-368).
    Gesù mio amatissimo, Ti prego per il trionfo della Chiesa [...] perché benedica il Santo Padre e tutto il clero; per ottenere la grazia della conversione dei peccatori induriti nel peccato; per una speciale benedizione e luce, Te ne prego,
    Gesù, per i sacerdoti, presso i quali mi confesserò durante la mia vita (114).
    Per la Patria
    O Gesù misericordiosissimo, Ti prego per l'intercessione dei Tuoi santi e specialmente per intercessione della Tua amatissima Madre, che Ti ha allevato fin dall'infanzia, Ti supplico, benedici la mia Patria. O Gesù, non guardare ai nostri peccati, ma guarda le lacrime dei bambini piccoli, la fame ed il freddo che soffrono. O Gesù, per questi innocenti, fammi la grazia che Ti chiedo per la mia Patria (129).
    Per chiedere l'amore verso Dio
    Dolcissimo Gesù, infiamma il mio amore verso di Te, e trasformami in Te. Divinizzami affinché le mie azioni Ti siano gradite. Questo lo compia la potenza della santa Comunione, che ricevo ogni giorno (432).
    Per il dono della sapienza
    O Gesù dammi l'intelligenza, una grande intelligenza illuminata dalla fede, unicamente per conoscere meglio Te, poiché più Ti conosco, più ardentemente Ti amo. Gesù, Ti chiedo una forte intelligenza per comprendere le cose divine e superiori. Gesù, dammi una grande intelligenza, con la quale potrò conoscere la Tua Essenza divina e la Tua vita interiore e trinitaria. Rendi capace la mia mente con una Tua grazia speciale (483-484).
    Atti di fiducia
    O mio Dio, mia unica speranza, in Te ho posto tutta la mia fiducia e so che non rimarrò delusa (137).

    Conosco tutta la potenza della Tua misericordia ed ho fiducia che mi darai tutto quello di cui ha bisogno questa Tua fragile bambina (324).

    O Gesù nascosto nel SS.mo Sacramento dell'altare, amore mio e mia unica misericordia, Ti raccomando tutte le necessità della mia anima e del mio corpo. Tu puoi aiutarmi, poiché sei la misericordia stessa, in Te sta tutta la mia speranza (578).

    Ricorro alla Tua misericordia, o Dio benigno, a Te che sei il solo buono. Benché la mia miseria sia grande e le mie colpe numerose, confido nella Tua misericordia perché sei il Dio della misericordia e da secoli non si è mai udito, né la terra né il cielo ricordano, che un'anima fiduciosa nella Tua misericordia, sia rimasta delusa. O Dio di pietà, Tu solo puoi perdonarmi e non mi respingerai mai quando ricorrerò pentita al Tuo Cuore misericordioso, dal quale nessuno ha mai ricevuto un rifiuto, fosse pure stato il più grande peccatore (568).
    Per chiedere la grazia di essere misericordiosi
    Desidero trasformarmi tutta nella Tua misericordia ed essere il riflesso vivo di Te, o Signore. Che il più grande attributo di Dio, cioè la Sua incommensurabile misericordia, giunga al mio prossimo attraverso il mio cuore e la mia anima.
    Aiutami, o Signore, a far sì che i miei occhi siano misericordiosi, in modo che io non nutra mai sospetti e non giudichi sulla base di apparenze esteriori, ma sappia scorgere ciò che c'è di bello nell'anima del mio prossimo e gli sia di aiuto.
    Aiutami a far sì che il mio udito sia misericordioso, che mi chini sulle necessità del mio prossimo, che le mie orecchie non siano indifferenti ai dolori ed ai gemiti del mio prossimo.
    Aiutami, o Signore, a far sì che la mia lingua sia misericordiosa e non parli mai sfavorevolmente del prossimo, ma abbia per ognuno una parola di conforto e di perdono.
    Aiutami, o Signore, a far sì che le mie mani siano misericordiose e piene di buone azioni, in modo che io sappia fare unicamente del bene al prossimo e prenda su di me i lavori più pesanti e più penosi.
    Aiutami a far sì che i miei piedi siano misericordiosi, in modo che io accorra sempre in aiuto del prossimo, vincendo la mia indolenza e la mia stanchezza. Il mio vero riposo sta nella disponibilità verso il prossimo.
    Aiutami, Signore, a far sì che il mio cuore sia misericordioso, in modo che partecipi a tutte le sofferenze del prossimo. A nessuno rifiuterò il mio cuore. Mi comporterò sinceramente anche con coloro di cui so che abuseranno della mia bontà, mentre io mi rifugerò nel misericordiosissimo Cuore di Gesù. Non parlerò delle mie sofferenze. Alberghi in me la Tua misericordia, o mio Signore...
    O Gesù mio, trasformami in Te stesso poiché Tu puoi fare tutto (88-89).
    Per i peccatori
    O Dio di grande misericordia, che Ti sei degnato inviarci il Tuo Figlio Unigenito come la più grande dimostrazione d'amore e di misericordia senza limiti, Tu non respingi i peccatori, ma hai aperto anche a loro il tesoro della Tua infinita misericordia, al quale possono attingere in abbondanza, non solo la giustificazione, ma ogni santità alla quale l'anima può giungere. Padre di grande misericordia, desidero che tutti i cuori si rivolgano con fiducia alla Tua infinita misericordia.
    Nessuno potrà giustificarsi davanti a Te, se non l'accompagnerà la Tua insondabile misericordia. Quando ci rivelerai il mistero della Tua misericordia, l'eternità non sarà sufficiente per ringraziarTi per essa adeguatamente (385).

    O Gesù, quanto mi fanno pena i poveri peccatori! O Gesù, concedi loro il pentimento ed il dolore; ricordati della Tua dolorosa Passione. Conosco la Tua infinita misericordia. Non posso sopportare che un'anima, che a Te è costata cosi tanto, debba perire. O Gesù, dammi le anime dei peccatori! La Tua misericordia si posi su di loro. Prendimi tutto, ma dammi le anime. Desidero diventare una vittima sacrificale per i peccatori. L'involucro del corpo nasconda il mio sacrificio, dato che anche il Tuo Sacratissimo Cuore è nascosto nell'ostia, dove pertanto sei un olocausto vivo. O Gesù, transustanziami in Te, affinché io sia un olocausto vivo a Te gradito. Desidero riparare in ogni momento per i poveri peccatori [...] O mio Creatore e Padre di grande misericordia, io confido in Te, poiché sei la Bontà personificata (326-327).
    Nella sofferenza
    O Ostia viva, sostienimi in questo esilio, perché possa seguire fedelmente le orme del Salvatore. Non Ti chiedo, Signore, di togliermi dalla croce, ma Ti supplico di darmi la forza di perseverare su di essa. Desidero essere crocifissa come Te, o Gesù; desidero tutti i tormenti ed i dolori che hai patito Tu; desidero bere il calice dell'amarezza fino in fondo (486).

    O mio Gesù, dammi la forza di sopportare le sofferenze, in modo che non mi rifiuti di bere il calice dell'amarezza. Aiutami Tu stesso, affinché il mio sacrificio Ti sia gradito; non lo contamini l'amor proprio, anche se si prolunga negli anni. La purezza d'intenzione Te lo renda ben accetto, sempre nuovo e vitale. Una lotta perenne, uno sforzo incessante, questa è la mia vita, per adempiere la Tua santa volontà, ma tutto ciò che è in me, sia la miseria che la forza, tutto Ti lodi, o Signore (570).
    Per la buona morte
    O Gesù misericordioso, disteso sulla croce, ricordati dell'ora della nostra morte! O misericordiosissimo Cuore di Gesù, aperto dalla lancia, nascondimi nell'ultima ora della morte. O Sangue e Acqua, che scaturisti dal Cuore di Gesù, come sorgente d'insondabile misericordia per me, o Gesù agonizzante, ostaggio di misericordia, mitiga l'ira di Dio nell'ora della mia morte (297-298).

    O mio Gesù, fa' che gli ultimi giorni dell'esilio siano completamente conformi alla Tua santissima volontà. Unisco le mie sofferenze, le mie amarezze e l'agonia stessa alla Tua santa Passione e mi offro per il mondo intero per impetrare l'abbondanza della divina misericordia alle anime e specialmente alle anime che vivono nelle nostre case. Ho tanta fiducia e mi affido completamente alla Tua santa volontà, che è la misericordia stessa. La Tua misericordia sarà tutto per me nell'ultima ora (518).
    Alla Madre di Dio
    O Maria, Madre e Signora mia, affido a Te la mia anima ed il mio corpo, la mia vita e la mia morte e ciò che verrà dopo. Metto tutto nelle Tue mani. O Madre mia, copri col Tuo manto verginale la mia anima e concedimi la grazia della purezza del cuore, dell'anima e del corpo e difendimi con la Tua potenza da tutti i nemici [...] O splendido Giglio, Tu sei il mio specchio, o Madre mia (43).

    O Madre di Dio, la Tua anima è stata immersa in un mare di amarezze: guarda alla Tua bambina ed insegnale a soffrire e ad amare nella sofferenza. Fortifica la mia anima, in modo che il dolore non la spezzi. O Madre della grazia, insegnami a vivere con Dio (137).

    O dolce Madre del Signore, su Te modello la mia vita, Tu sei per me un'aurora radiosa, estasiata m'immergo tutta in Te. O Madre, o Vergine Immacolata, in Te si riflette per me il raggio di Dio. Tu m'insegni ad amare il Signore nelle tempeste, Tu sei il mio scudo e la mia difesa dai nemici (415-416).

    Preghiera per ottenere le grazie per intercessione di S. Faustina
    Oh Gesù, che hai reso S. Faustina una grande devota della Tua immensa misericordia, concedimi, per sua intercessione, e secondo la Tua santissima volontà, la grazia di.... per la quale Ti prego.
    Essendo peccatore non sono degno della Tua misericordia. Ti chiedo perciò, per lo spirito di dedizione e di sacrificio di S. Faustina e per la sua intercessione, esaudisci le preghiere che fiduciosamente Ti presento.

    Padre nostro..., Ave, Maria..., Gloria…
    VEDI ANCHE:

    http://www.piccolifiglidellaluce.it/pfdl/devozioni/64-la-divina-misericordia/477-preghiere-a-gesu-misericordioso