Image result for don Divo Barsotti

quinta-feira, 28 de novembro de 2013

EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA Y LA MÍSTICA CRISTIANA.

 imagen-en-el-cor-23.jpg

079. La mística cristiana
En el Catecismo de la Iglesia Católica hay un punto de riqueza extraordinaria cuando habla de la santidad por la vida en Cristo. Vale la pena leer las mismas palabras del gran Catecismo (2014):
“El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama „mística‟ porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos —“los santos misterios”— y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él”.
El Bautismo nos hace santos, con la misma santidad de Dios. Pero, ¿nos hemos de quedar en ese principio? ¿Vamos ser en el espíritu siempre unos niños, como el recién nacido que se quedase en los tres kilos con que ha venido al mundo? No. La vida cristiana es progreso, es avance, es crecimiento. Hay que llegar al desarrollo pleno y perfecto, a lo cual llamamos con razón La perfección cristiana.
Cristiana…, ¿por qué? Porque tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Es el mismo Jesucristo quien, al haber crecido en nosotros por dentro, se manifiesta también exteriormente, de manera que cada vez se nos ve más maduros, más equilibrados, más sensatos, con una sensatez divina, porque pensamos, queremos y actuamos no como hombres o mujeres solamente, sino que lo hacemos de una manera distinta, porque es el mismo Jesucristo quien actúa en nosotros.
Este desarrollo en Cristo lo realizan en nosotros los Sacramentos, llamados “santos misterios”, porque obran en nosotros de manera misteriosa, pero real, y crean la vida “mística”, vida divina, que no es de la tierra sino del Cielo.
Como ejemplo nada más, podemos limitarnos al sacramento de la Eucaristía. Alfonso María de Ligorio ha vivido siempre de ella con verdadera pasión. Con sus noventa años, vive en casa sin moverse. Pero pendiente siempre de Jesús en la Eucaristía. Con inocencia de niño, se acercaba al Sagrario, lo golpeaba con los nudillos de sus manos, y le decía candorosamente:
- Pero, Jesús mío, ¿qué no me has oído?…
La Eucaristía, vivida diariamente con la Misa, con la Comunión y con la compañía del Señor, había unido las dos vidas, de la Alfonso y la de Jesús, en una vida única: ni Alfonso podía pasar sin Jesús, ni Jesús sin su amigo Alfonso…, al que atraía hacia Sí de manera irresistible.
Jesús, como nos dijo El mismo en el Evangelio, es el “camino” que nos lleva al Padre, y el término obligado de la santidad a la que nos lleva Jesucristo es la vida de la Santísima Trinidad.
Tener conciencia de que Dios vive en nosotros y nosotros estamos metidos en Dios, es lo que se llama la vida mística, vida a la cual estamos llamados todos. Esta vivencia de la Santísima Trinidad dentro de nosotros la han tenido todos los Santos, aunque algunos la han sentido de manera muy especial. Ejemplo clásico, el de Juan de la Cruz con Teresa de Ávila.
Los dos reformadores del Carmelo están hablando en el locutorio del convento, separados por la verja claustral. La conversación versa sobre la Santísima Trinidad, de la que son tan devotos tanto Juan como Teresa. Una monja los ve, y llama a todas las Hermanas: ¡Vengan, vengan!… Y, al llegar al locutorio, ven a Juan de la Cruz que se ha
elevado en éxtasis hasta pegar con la cabeza en el techo, y Teresa lo mismo en su rincón de dentro… Vueltos en sí, Teresa, siempre con su buen humor, ha de dar la explicación:
- ¡Este Fray Juan, que habla de esa manera sobre la Santísima Trinidad!…
- ¿Y usted, Madre?
- Sí; una a veces se sale de este mundo para meterse en el otro…
Todo esto lo realiza Dios en cada bautizado que permanece en la vida de la Gracia, por la cual lleva en la tierra una vida del todo celestial. Entonces —puede preguntar alguno—, ¿también nosotros vamos a tener estos éxtasis y arrobamientos?… El Gran Catecismo nos da una enseñanza formidable, cuando nos dice al acabar este mismo punto: “Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos” (2014)
Así —y sacamos nosotros la consecuencia—, la Santísima Trinidad está en nosotros como en Teresa y Juan de la Cruz. La vivimos como ellos. Dios nos lo ha hecho también a nosotros ese mismo regalo. Aunque a ellos se lo manifestó Dios para enseñarnos a nosotros lo que cada uno llevamos dentro. Y no nos interesan visiones ni éxtasis: ¡nos basta la fe, que nos lo enseña y nos lo asegura!
San Francisco de Asís y el Padre Pío con las llagas del Jesús manifiestas en sus manos…, ¿para qué?
Para decirnos lo que nosotros somos por el Bautismo: unos crucificados al mundo por la muerte al pecado, al que hemos declarado guerra sin cuartel; por nuestra lucha contra la tentación; por nuestra renuncia a lo que nos puede apartar de Dios; por el cumplimiento del deber en la voluntad de Dios.
Todo eso es nuestra crucifixión, esas son las llagas de Jesucristo en nuestras manos y pies, de modo que podemos decir con Pablo: “Estoy crucificado con Cristo… Llevo en mi propio cuerpo las llagas de Jesucristo” (Gálatas 2,19; 6,17)
Ante estas realidades cristianas, nos quedamos pasmados, y nos preguntamos: ¿Esto es la Gracia? ¿Esto nos infunde el Bautismo, y a tales alturas místicas podemos llegar todos, con tal de ser fieles a esa misma Gracia? ¿Tan dichosa sería nuestra vida, si fuéramos conscientes de esa presencia de Dios, que así vive en nosotros?…
Cuando el Catecismo oficial de la Iglesia así nos lo enseña, por algo lo debe hacer. Vale la pena no quedarse chiquitines, sino crecer, crecer…

segunda-feira, 25 de novembro de 2013

In Spain, Teresa of Avila offered to the world something profoundly mystical.


Mysticism


University of Minnesota, Minneapolis, Minnesota
May 7, 1969


Study mysticism if you want to. It will give your heart joy, your mind inspiration and your life a true, fulfilling and soulful assurance. But do not try to define it. Do not try to interpret it. If you try to define mysticism, you are bound to fail. If you try to interpret mysticism, you will most deplorably fail.

We get experiences: from science, scientific discoveries; from history, historical revelations; from philosophy, philosophical data; from religion, religious doctrines. In these experiences, we see the presence of subject and object, essence and existence, vision and reality. But a mystic experience, which is immediate oneness, transcends all such distinctions. This experience is the constant oneness with the Beyond, the ever-transcending Beyond that always remains ineffable. Mysticism, poor mysticism! When it is oversimplified and underestimated, it comes down from its original sphere and stands beside religion. But even here if a person is sincere, he will realise that his highest religious experience is nothing more than an uncertain, obscure and faint perception of Truth;

whereas, no matter what kind of mystical experience he has, he will feel the intensity, immensity and certainty of Truth.

We have also to learn that religious ecstasy and mystical ecstasy do not play the same role in our inner life. Religious ecstasy deals mostly with the human in us. This ecstasy is confined to the body-consciousness, the disciplined or undisciplined vital, the illumined or unillumined mind, the pure or impure heart.

 

But the mystical ecstasy transports us at once into the Beyond, where we are embraced by the eternal Life, fed by the all-nourishing Light and blessed by the transcendental Truth. Primitive religion offered ecstasy to the vital in the physical mind and in the desiring heart. Mysticism fully advanced is now offering its ecstasy in infinite measure to the liberated souls and in abundant measure to the souls who are on the verge of liberation.

Poor Hinduism. Whenever and wherever mysticism is looked down upon, Hinduism is considered the main culprit. There are many sophisticated Westerners who not only fail to understand the lofty Hindu mysticism, but badly misunderstand it. To them I want to say that Hindu mysticism is not, as they think, self-hypnotism or self-deception, but rather soulful oneness with Immortality’s Life, Infinity’s Heart and Eternity’s Breath. To know Hinduism well, one has to practise Yoga, usually under the direct guidance of a spiritual adept.

Mysticism in Buddhism has been considerably inspired and influenced by Hindu mysticism. Hence, far from being diametrically opposed, the two traditions practically come to realise the same Truth. Nirvana transcends pain and pleasure, birth and death. The blessedness of Nirvana is the highest mystic oneness with the Liberator. A Hindu mystic, on the strength of his self-realisation, also becomes one with the Absolute and is freed forever from the snares of pleasure and pain, birth and death.

The Sufi mysticism of Islam expresses itself in the strongest intoxication of the inner vital and in the truth-laden symbolic love between bride and bridegroom. This kind of mysticism perhaps brings one considerably closer to the actual possibility of experiencing oneness with the One. Yet it also wants to tell us that the Allah of the Koran demands a strict self discipline and a self-controlled life. According to its adherents, this mysticism eventually leads to free access to Him, which is a very rare achievement.

The glowing mysticism of Judaism is the Kabbalah. This mystic lore is founded on the occult interpretation of the Bible and it has been successfully handed down as an esoteric doctrine to the initiated.

Christianity owes its mystical urge not to Judaism, but to the Greek world. Some scholars are of the opinion that the New Testament is wanting in mystical experience. I find it difficult to agree with them. I wish to say that the New Testament is replete with mystical experiences. What they are actually missing in the New Testament, because of their inability to enter into the depth of its messages, is the key that opens the mystical door that leads to union with God.

In Spain, Teresa of Avila offered to the world something profoundly mystical. Her mystical experience is the most successful culmination of the divine marriage between the aspiring soul and the liberating Christ, and it is here that man’s helpless crying will and God’s omnipotent all-fulfilling Will embrace each other.

Mysticism is not the sole monopoly of Hinduism. Christianity and other religions also discovered the Wealth of mysticism.

domingo, 24 de novembro de 2013

O AMOR DE DEUS POR NÓS . RECONOCER EL AMOR DE DIOS EN EL CORAZÓN DE JESÚS . DIOS ME DICE : Déjame amarte. Quiero tu corazón. En mis planes está moldearte. Pero mientras eso llega, te amo tal como eres.

O AMOR DE DEUS POR NÓS



“Eu conheço a tua miséria”

Ser amado significa imensas coisas, mas basta-nos isto, para já: é ser desejado, querido, acolhido e escolhido, aceite e respeitado, cada um como é, com todas as suas qualidades e com todos os seus defeitos ou misérias. Deus acolhe cada um assim mesmo, como é, e não como deveria ser, pois o que cada um devia ser, mas não é, nem sequer existe, a não ser na imaginação. Deus não ama o que não existe. Se Deus amasse esse ser ideal, perfeito, criava-o porque, para Deus, amar e criar são acções simultâneas. Só existe de facto, a realidade do que cada um é, hoje, aqui e agora, com as suas grandezas e misérias. É a esse homem real que Deus ama, respeita, acolhe e escolhe, com predilecções que a nossa inteligência não pode sequer entender. A consciência de se ser amado por Deus, vai ganhando corpo quando se insiste na oração, tenha ela a forma que tiver, e na contemplação silenciosa da vida de Jesus Cristo. Deus também pede a cada um que O ame, como é, na realidade, e não como deveria ser. O preceito: «Amarás ao Senhor, teu Deus, com todo o teu coração, com toda a tua alma, com toda a tua mente» (Mt 22, 37. Deus ama, respeita, acolhe, entende e não condena o pecador de mãos vazias. A melhor atitude como ponto de partida, é a de tomar consciência dessa verdade, sem susto, e a de se deixar amar por Deus, não por merecer esse amor, mas porque o seu amor é gratuito. Jesus Cristo revela ao mundo que Deus é amor, não à maneira dos amores humanos, que desconhecem e estranham, muitas vezes, o gesto gratuito, mas em totalidade. Deus não ama ninguém por ele ser bom, por ser bonito ou por ser agradável, ou por apresentar uma folha de serviços impecável. Deus não tem razões fora d’Ele próprio, para amar. O Seu amor não é motivado por razões que lhe venham de fora. Ama porque é amor. Assim, também não há razões que O desmotivem. Uma razão que poderia desmotivá-Lo, se emprestássemos a Deus os nossos pequenos critérios, seria o pecado. Para nós de facto, uma ofensa, uma calúnia, um ódio, uma fraude, são razões mais do que suficientes para desmotivar o amor, ou mesmo para criar o desamor. Jesus Cristo veio dizer-nos que Deus não é assim. A ofensa neste caso, o pecado, não O desmotiva; muito pelo contrário, centra de tal maneira no pecador e em todos os outros, as suas razões para agir que, esquecido de si, entra no mundo do pecado, dá a vida pelos que pecam e pede o perdão para os que O matam. Só neste contexto se pode ouvir da boca de Jesus, o mandamento desconcertante para o sentir comum dos mortais: «Amai os vossos inimigos e orai pelos que vos perseguem» (Mt 6, 44).
O Senhor diz-nos: «Eu, teu Deus, conheço a tua miséria, os combates e as tribulações da tua alma, a fraqueza e as enfermidades do teu corpo; Conheço a tua frouxidão, os teus pecados, as tuas falhas; mesmo assim, eu te digo: ‘Dá-me o teu coração, ama-Me como és’. Se esperas ser um anjo para te entregares ao amor, nunca Me amarás. Embora, tornes a cair muitas vezes nessas falhas que desejarias nunca conhecer, embora, sejas indolente na prática da virtude, não te permito que não ames. Ama-Me como és. Em cada instante e em qualquer situação em que te encontres, no fervor ou na aridez, na fidelidade ou na infidelidade, ama-Me tal como és. Quero o amor do teu coração indigente. Se, para Me amares, esperas ser perfeito, nunca Me amarás. Meu filho, deixa-Me amar-te, Eu quero o teu coração» …

DIOS ME DICE : Déjame amarte. Quiero tu corazón. En mis planes está moldearte. Pero mientras eso llega, te amo tal como eres.

Jesús nos afirma que Dios decidió ser para nosotros un Dios cercano, un amigo y, sobre todo, un Padre verdadero: ¡esta es la gran novedad del mensaje de Jesús!
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados.

Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros
(1 Juan 4, 10-11).

DIOS ME DICE
Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas; y a pesar de todo te digo: “Dame tu corazón. Ámame tal como eres”...

Si para darme tu corazón esperas a ser un ángel, nunca llegarás a amarme. Aun cuando caigas de nuevo muchas veces en esas faltas que quisieras no cometer jamás, y seas un cobarde para practicar la virtud, no te consiento que me dejes de amar.

Ámame tal como eres. Ámame en todo momento, cualquiera que sea la situación en que te encuentres: de fervor o sequedad, de fidelidad o traición.

Ámame tal como eres. Quiero el amor de tu corazón indigente. Si esperas a ser perfecto para amarme, nunca me llegarás a amar...

Déjame amarte. Quiero tu corazón. En mis planes está moldearte. Pero mientras eso llega, te amo tal como eres. Y quiero que tú hagas lo mismo: deseo ver tu corazón que se levanta desde lo profundo de tu miseria. Amo en ti incluso tu debilidad.

Me gusta el amor de los pobres. Quiero que desde la indigencia se levante incesantemente este grito: ¡Te amo, Señor! Lo que me importa es el canto de tu corazón. ¿Para qué necesito yo tu ciencia o tus talentos? No te pido virtudes; y aun cuando yo te las diera, eres tan débil, que siempre se mezclaría en ellas el amor propio; pero no te preocupes por eso... Preocúpate sólo de llenar con amor el momento presente.

Hoy me tienes a la puerta de tu corazón, como un mendigo, a mí, que soy el Señor de los señores. Llamo a tu puerta y espero; apresúrate a abrirme; no alegues tu miseria.

Si conocieras plenamente la dimensión de tu indigencia morirías de dolor. Una sola cosa podría herirme el corazón: ver que dudas y que te falta confianza.

Quiero que pienses en mí todas las horas del día y de la noche. No quiero que realices ni siquiera la acción más insignificante por un motivo que no sea el amor.

Cuando te toque sufrir, yo te daré fuerzas; tú me diste amor a mí; yo te haré amar más de lo que hayas podido soñar. Pero recuerda esto: “ÁMAME TAL COMO ERES”

(Carlos de Foucauld)

RECONOCER EL AMOR DE DIOS EN EL CORAZÓN DE JESÚS

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn. 7:37) Estas palabras de Jesús tienen la fuerza para movilizar todo nuestro ser hacia Él, fuente de agua viva. Experimentar su amor tierno, misericordioso e incondicional; percibir cómo somos amados personalmente por Dios es fundamental en nuestra vida. La Iglesia ha encontrado un camino para reconocer el amor de Dios en el Corazón de Jesús: la vida la lectura orante de la Palabra de Dios, la búsqueda del verdadero y único sentido de la vida, la comprensión de lo que es la verdadera vida cristiana, el librarnos de ciertas perversiones del corazón humano y unir la práctica del amor de Dios y del amor al prójimo.
El Papa Juan Pablo II, siervo de Dios y de feliz memoria, menciona que los Ejercicios pueden conducirnos a descubrir principalmente la devoción al Corazón de Jesús a través del "conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre" (EE, 104) y por la identificación progresiva con los sentimientos de Jesucristo leer...

terça-feira, 19 de novembro de 2013

Wayne Teasdale and The Mystic Heart

wtf.bmp (921654 bytes)
 

Wayne Teasdale and The Mystic Heart

Wayne Teasdale is a Christian sannyasi, that is a Christian monk in the Indian monastic tradition, perhaps the oldest in the world with its wandering holy men, who left all behind to seek the Absolute. He was initiated as a Christian sannyasi by Bede Griffiths, OSB in 1989. He teaches at De Paul University and is active in the East-West dialogue, and is especially interested in the cause of a free Tibet. His book The Mystic Heart was recently published. He is also the author of a major study on Bede Griffiths called Toward a Christian Vedanta. We talked to him at Mercy Center in Burlingame, California where he was helping to lead a Hindu-Christian retreat called "The Cave of the Heart."
Wayne passed away in 2005.
Wayne introduces himself
Wayne talks about what it means to be a Christian sannyasi
Wayne talks about his new book, The Mystic Heart
Wayne talks about his concerns about Tibet.
Brother_.jpg (57659 bytes)
Wayne and the Dalai Lama



Online Transcript:
Wayne lives at 100 Acres Monastery in New Hampshire.
1.31. Jim. How did the Christian-Hindu dialogue begin in India?
Wayne. It began before DiNobili. Christianity in Indian began more than 500-700 years ago. Some think St. Thomas the Apostle brought it to India and was martyred there.
3.27. Abhishiktananda is a modern example of someone who has delved deeply into the Hindu tradition on an experiential basis while still remaining Christian.
Roberto DiNobili was a missionary. He learned Tamil and Sanskrit and read the sacred texts. He began to see that there was a very deep spiritual experience behind these texts that was valid, and that the Christian tradition could not have sole monopoly over mystical experience. He learned their culture and had his own mystical experience. He took sannyasa because he realized they had a deep insight into spiritual transformation in that tradition. He had to live as an Indian in India.
6.57. Jim. What did that entail?
Wayne. He stopped eating meat, went barefoot, etc. He became an Indian.
8.17. Jim. Was there a follow-through on what he initiated?
Wayne. Rome approved of what he did. The Portuguese wing of the Church opposed him.
9.20. Jim. How did the modern movement start?
Wayne. When the British came in, England gave to India a sense of her identity. Texts were translated into English. In the 17th century there was a Hindu renaissance.
At the turn of the century Brahmabandhab Upadhyaya was a Brahman, then an Anglican, then a Catholic, and then a sannyasa. He influenced a lot of Westerners and was the first to see India being independent from Britain. He gave a lot of ideas to modern people. He wrote about sat-chit-ananda in terms of the Trinity. Christianity had to put on the habit of India. He was the first to suggest an Indian theology. He saw Vedanta as a metaphysics that would be available to Christianity to develop its own articulation.
16.25. Jim. What is the lineage of Fr. Bede?
Wayne. Jules Monchanin and Abhishiktananda (Henri Le Saux) founded Shantivanam in 1950. Le Saux plunged into Hinduism. He sat in the presence of Ramana who was a silent seer, and was awakened. Abhishiktananda spent months in the caves of Arunachala and got caught in the vortex of depth which he never got out of. He had an experience of total unity with the Absolute.
22.15. Jim. What about Fr. Bede, himself? How did he end up in India?
Wayne. As a little boy he made friends with a Sikh in the military. Later he had a mystical experience of nature. In school he and his teacher, C.S. Lewis, read the Bible as literature, and both were converted back to Christianity.
Fr. Benedict Alaphat came to England and met Bede, and invited Bede to go to India and found a community. He learned Sanskrit. The experiment failed. Bede went to Shantivanam in 1958 and stayed. Before no one stayed at the ashram, but under Bede it flourished.
28.50. Jim. What kind of life do they lead there?
Wayne. Christian sannyasa means the translation of the Christian spiritual life into an Indian context. The sannyasa tradition is 4,500 years old. It means adapting the asceticism of that life.
30.15. Jim. What kind of daily schedule does Shantivanam follow?
Wayne. Two pillars of the day are two hours of meditation - an hour in the morning and an hour in the evening - and Mass said in the Indian style. They live in simple one-room huts.
36.44. Jim. What about work? Do they grow food or make handcrafts?
Wayne. They have 12-15 acres. Another ashram is across the road and takes care of guests. They have rice paddies, and have cows. The monks don’t work much because the workers come from the village. One is a composer, another an artist, one does social service in the village, etc.
38.40. Jim. Tell us how you got interested in all this.
Wayne. It began when I was 18 and read The Golden String by Bede. It is about how a mind goes from agnosticism to faith. Then I met a monk who told me about Shantivanam, and I wrote Bede in 1973 who invited me to come to India. In 1979 while I was still in Fordham he came to the U.S. and I traveled with him. He came back in 1983, and gave a 10-day retreat in Kansas City, Kansas. I decided to work on Bede’s thought as my dissertation. (In 1980 he became a Camaldolese.) I wrote Towards a Christian Vedanta.
43.00. Jim. What was it like to go to India?
Wayne. I was afraid because India is like another planet. They are more on the level of the unconscious. I feared I would freak out. I first went to a Christian ashram, and then went to Shantivanam which was a lot poorer. I had a little hut. The food was a problem and I got sick. I missed the comforts of home like toilet paper and privacy. It is a very noisy country. No one prepared me for the level of noise in the village. I couldn’t wait to go back to the U.S. When I got sick I realized I could die in India, and I surrendered to that, and the whole experience changed and I had some profound awakenings.
48.19. Jim. What is the goal of embracing these two traditions?
Wayne. It is not building a new religion. It is like a hand. The fingers are five religions and they all lead to the palm where they are all one. Existential convergence is to come to that reality where they are all one.
50.17. Jim. What is the heart of the Hindu mystical experience?
Wayne. Hinduism has many sects in it. There are different schools in Vedanta. Most Indians follow nonduality, pure unity. What does that mean? That’s where the different schools come in. There is qualified nonduality. The ultimate reality and the human reality and the creation are one.
There are three levels of reality: the appearing universe, the psychological or soul level in the unconscious, and the spiritual level where it is all one. The mystic in Hinduism is turned into that experience of unity. We are talking about an experience we don’t have a language for.
Religions grow and there is the personal experience of God. One has to go beyond unity. We are relational beings, and communion is the goal of all our relationships.
Sat-chit-ananda is a metaphor for the Godhead’s nature as the act of the awareness of the fullness of existence in bliss, the bliss of being totally conscious of being the fullness of existence.
1.02.46. Jim. How would you relate Christian contemplation in which someone has a personal experience with God to Hindu mystical experience?
Wayne. The experience is so overwhelming that our personal sense of self is overshadowed, and one can say there is only pure unity. Sri Arubindo kept going and said there was always more than the unity.
Advaita just states the ontological reality of entering into the presence of God, but it just takes us into the alcove of that experience and doesn’t begin to articulate or formulate or give you any sense of the dynamic nature of the Godhead.
1.07.15. Jim. Would it be fair to say that it takes someone into the inwardness of the Godhead?
Wayne. Yes.
Jim. When you say alcove, how do you continue that analogy?
Wayne. God is both personal and impersonal. There is a dynamic communion going on within God. The Trinitarian relationship is very dynamic and is a community of being, and is very hard to express.
1.10.42. Jim. What are the kinds of problems you see in the Hindu-Christian dialogue?
Wayne. One is to try to force a synthesis before it is clearly seen. Another is superficiality. Either side could lose their identity in the other.
1.11.15. Jim. You mentioned how deeply Henri Le Saux entered into the Hindu experience, but what is your opinion of how well he integrated this experience with his Christian tradition?
Wayne. It was an agony for him. He knew advaita was true, and he knew the Trinity was true, and he knew they were relatable, but he didn’t know how. He always fell back on Eckhart. His real intention was to integrate it in his own experience. At the end of his life he did integrate it, but he didn’t fully articulate it.
1.13.56. Jim. Would it be possible that Catholics or Christians who are not well-founded in their own traditions would practice Hinduism and end up at advaita, and not see that there are two experiences that ought to be brought together?
Wayne. I think that has happened many, many times. (gives examples) When you are deeply grounded in your tradition and you have some experience of the mystical life in your tradition, then you have a good foundation to go into another tradition, and when you go into the other tradition what inevitably happens is it takes you deeper into your own tradition. You discover Christ and the Trinity on a deeper level there.
1.15.55. Jim. Would it be fair to say that while these two mystical experiences are deeply interrelated, they are not identical?
Wayne. Yes, I think that is fair to say. As far as my own experience extends, that would be the direction I would go in. I could be wrong. Maybe they are identical. In mysticism we are all only novices. But I don’t think they are all equal.
1.17.15. Jim. What about the Hindu side of the Christian-Hindu dialogue. How interested are Hindus in this dialogue?
Wayne. We have had so much frustration with Hindus. They are not committed to dialogue. Some are fascinated with it, but they always see it in the Hindu context that Hinduism embraces everything. Hinduism can hi-jack Christianity and obliterate differences.
1.19.54. Jim. Do you think a genuine Indian Catholic Church is going to develop?
Wayne. Yes, I think so. I think it is happening. The Catholic Church in India has a siege mentality against Hinduism, and is conservative. Christianity in its traditional form is European. It is not universal in its expression. Only 2% of Asia is Christian. The institutional form of Christianity is unintelligible to the oriental mind. There has to be this inculturation process which has to happen. That is my hope and my expectation.
http://www.innerexplorations.com/ewtext/wayne.htm

domingo, 17 de novembro de 2013

Avanzar en la Oración; Contemplación Mística.

Avanzar en la Oración; Contemplación Mística.
La contemplación mística se trata de un don de Dios en donde el hombre participa poco o nada.
Avanzar en la Oración; Contemplación Mística.
Avanzar en la Oración; Contemplación Mística.
Concepto de contemplación mística.
Demos un paso más en el avanzar de la oración, dejando establecido que todas estas etapas o pasos sucesivos no dependen del hombre, sino de la gratuidad de Dios. Si bien es cierto que no debemos olvidar que la gracia trabaja en el lugar dónde el alma está preparada.

Y como estamos pisando un terreno espiritual es justo que expliquemos nuestra confusión al escribir de estos temas. Así como a un hombre que no conoce una lengua extranjera, le es difícil expresarse en esa lengua, así al hombre le es muy difícil explicar y mucho menos esquematizar lo que son los movimientos del alma, especialmente cuando estos movimientos, como veremos, son provocados por Dios. “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1Cor. 2, 9).

Partamos de las distintas definiciones que existen de contemplación. Existe aquella contemplación que es producto del intelecto humano, en donde el hombre alcanza el objeto de la contemplación mediante el uso de sus facultades. Se puede contemplar un paisaje y quedamos admirados de su belleza. Así, hemos alcanzado el objeto contemplado, la belleza, a través de nuestras facultades, el sentido de la vista, el oído y la reflexión que sobre esas imágenes y sonidos hayamos hecho en nuestra mente. Puede darse también una contemplación intelectual en donde la mente contempla y llega a su objetivo, el estudio de una materia, un problema matemático y se alcance la contemplación mediante la aplicación de las facultades mentales. Podemos hablar también de una contemplación desde el punto de vista espiritual en donde el objeto puede ser una escena del evangelio, los ejemplos de la vida de Cristo. La mente contempla y se apodera de dichos objetos, pero siempre a través de sus facultades.

Si hiciéramos un resumen diríamos que la contemplación natural es ver un objeto con admiración. Esta contemplación natural puede ser sensitiva, imaginativa o intelectual, dependiendo del objeto que contemplemos.

La contemplación mística es otra cosa. Se trata un don de Dios en donde el hombre participa poco o nada. Lo explicaremos mejor, al describir los distintos tipos de contemplación mística que pueden darse: adquirida o infusa. Para dar una definición, nos ayudaremos de Tanquerey, en la inteligencia que los diferentes términos que él utiliza pueden ser comparables a los de diferentes autores místicos . “La palabra contemplación indica, en sentido propio, un acto simple de vista intelectual, abstrayendo los diversos elementos afectivos o imaginativos que la acompañan; pero cuando el objeto contemplado es bello y amable, el acto se asocia a la admiración y al amor. Por extensión se llama contemplación a la oración que tiene como cualidad especial el predominio de esta mirada simple. En donde no es necesario que este acto dure todo el tiempo de la oración. Basta que sea frecuente y acompañado de afectos. La oración contemplativa se distingue de la oración discursiva porque excluye la multiplicidad de los largos razonamientos. Y a diferencia de la oración afectiva, la contemplación excluye la multiplicidad de actos que cualifican la oración afectiva. Se puede definir la contemplación (mística) como una mirada simple y afectuosa a Dios y a las cosas divinas.” LEER...
 

¿ESCUELA DEL AMOR MÍSTICO?

Gentileza de http://www3.planalfa.es/cisterc/para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
¿ESCUELA DEL AMOR MÍSTICO?
R.P. Dom Bernardo Olivera
Abad General de la OCSO
1. Finalidad de nuestra vida cisterciense
Deseo que la primera palabra en este Congreso sea dada a Bernardo, no yo, sino el Abad de Claraval. He aquí como expresa el claravalense la vocación de los monjes y monjas:
También hay en la Iglesia un lecho donde descansa (quiescitur) el Esposo, y estimo ser los claustros y monasterios, en donde apaciblemente (quiete) se vive excento de los cuidados del siglo y solicitudes de la vida (Bernardo, SC 46:2).
Y esta doctrina es común a todos nuestros Padres de la primera hora. Cambiarán las imágenes o el lenguaje, pero el contenido es el mismo. Escuchemos a Guillermo de San Thierry y a Isaad de la Estrella.
A los demás toca servir a Dios; a vosotros, uniros a El. A los demás pertenece creer en Dios, tener noticia de El, amarle y adorarle; a vosotros, saborearle, entenderle, conocerle, gozarle (Guillermo, Ep fra 5).
El gozo, el amor, la delectación y la suavidad, la visión, la luz, la gloria, es lo que Dios exige de nosotros, aquello para lo cual Dios nos hizo. El orden y la religión verdadera es hacer aquello para lo cual fuimos hechos. Contemplemos lo que es la belleza suprema, deleitémonos en lo que es la dulzura suprema, luchemos vehementemente contra lo que se opone a ello. Que todas nuestras actividades, el trabajo como el reposo, la palabra como el silencio, estén orientados a este fin (Isaac, Sermón 25:7).
Pero podemos preguntarnos si esta doctrina sigue hoy día vigente y en actualidad. No hay duda que es así, pero con realismo y bemoles. Dejo la palabra a mis predecesores en el servicio de Abad General. Nos exhortaba D. Gabriel Sortais:
Quisiera obtener de Dios la gracia de poder persuadir a todos los miembros de la Orden que ellos han sido llamados a llevar una vida contemplativa. Nosotros, Cistercienses, encontramos todo precisamente en esto. Por medio de la contemplación glorificamos a Dios, por de ella nos santificamos, por ella ayudamos a Jesús salvar las almas (D. Gabriel Sortais, Carta circular, 8-12-51; Cf. Carta circular, 16-06-61).
Se darán cuenta que D. Gabriel pide la gracia de poder persuadir a todos los miembros de la Orden respecto al sentido de nuestra vocación. Claro indicio de que, al menos en la práctica, no todos estaban persuadidos. Nos habla ahora D. Ignacio Gillet.


Con frecuencia se pregunta al Abad general: ‘¿Hay verdaderos contemplativos en la Orden? ¿Son muchos?’ Me parece que se debe responder con una doble respuesta contradictoria en apariencia: sí, hay en la Orden verdaderos contemplativos, y más de lo que se cree; pero ciertamente también hay muchos menos de los que podría esperarse. Hay más de los que se piensa (...) Quien, a pesar de la oscuridad, persevera con fe en esta búsqueda es un verdadero contemplativo. En este sentido, hay muchos en la Orden (...) Probablemente somos tan poco contemplativos por falta de renuncia (...) y es esto mismo lo que multiplica en las comunidades los ‘contemplativos a medias’ (D. Ignacio Gillet, Carta circular, 6-01-70; Cf. Cartas circulares de 1971 y 1972).
D. Ambrosio Southey nos invitaba en los últimos años a edificar el aspecto contemplativo de nuestra vida. (Carta circular de 1980, Conferencia de apertura del Capítulo General de 1980). Volvió a retomar este tema desde otra perspectiva en una conferencia al Capítulo General de 1984, decía en ese entonces: Si hay pocos hombres de oración profunda es porque hay pocos dispuestos a buscar a Dios por este camino: hacer frente a la realidad de nosotros mismos y de Dios. Y en la práctica concreta, nos decía, este camino consiste en: superar nuestro egoismo, aceptar una auténtica soledad y encontrar nuestra identidad en Cristo.
En consecuencia, a nivel del discurso y de lo proclamado, hoy al igual que ayer, podemos decir:
Nuestra vida está enteramente orientada hacia la experiencia del Dios vivo (CG 69, DVC).
Nuestra Orden es un Instituto monástico íntegramente ordenado a la contemplación (Cst.2).
Reconocemos, no obstante, que hay un largo trecho del dicho al hecho. Esto explica porque desde el inicio de mi abadiato he invitado a todos los miembros de la Orden a dar un nuevo paso en el camino de la renovación. Y una nota clave y fundamental de la misma es la: Orientación hacia el Misterio guiados por los místicos cistercienses.
2. Lugar de la experiencia en la vida cisterciense
Pero, ¿qué decimos cuando hablamos de experiencia del Dios vivo? Los cistercienses de hoy estamos de acuerdo en que la experiencia es una noción fundamental en la doctrina de los primeros Padres. La razón de esto es muy sencilla: toda nuestra espiritualidad está basada en el amor. Con frecuencia nuestros autores espirituales nos invitan a la experiencia.
Pero hay un cántico que por su singular sublimidad y dulzura supera justificadamente a todos los que hemos mencionado y a cualquier otro, lo llamaría con todo derecho: Cantar de los Cantares (...) Se trata de un Cantar que sólo puede enseñarlo la unción y sólo puede aprenderlo la experiencia. El que goce de esta experiencia, lo identificará enseguida. El que no la tenga, que arda en deseos de poseerla, y no tanto para conocerla como para experimentarla (Bernardo, SC 1:11).
Y no sólo nos invitan, hasta nos enseñan a orar pidiendo la gracia de experienciar hondamente el misterio del amor.


Suene, pues, oh Jesús, tu voz en mis oídos, para que mi corazón aprenda a amarte, para que te ame mi mente, para que te amen las mismas entrañas de mi alma. Adhiérase a ti en apretado abrazo lo más íntimo de mi corazón; a ti, mi único y sólo verdadero bien, mi dulce y deleitable alegría (...) Te suplico, Señor, que descienda a mi alma una partecita siquiera de esa tu gran suavidad, para que con ella se torne dulce el pan de su desolada amargura. Guste de antemano algún pequeño sorbo de aquello que anhela, de aquello que ansía, de aquello por lo que suspira en esta su peregrinación. Pruébelo para que le dé hambre; bébalo para que de ello sienta sed, pues los que te coman tendrán todavía hambre y los que te beban aún tendrán sed (Elredo, Spec I,1:2-3).
El uso más frecuente del término y la experiencia espiritual más corriente, en la doctrina de Bernardo y Elredo, consiste en la experiencia de la búsqueda de Dios y del progreso espiritual. Se trata, en otras palabras, de la experiencia del amor en el camino hacia Dios a través de diferentes etapas o grados. Esta experiencia del amor, en su manifestación más clara y fuerte, consiste en el libre consentimiento a la voluntad divina: Busca al Verbo a fin de consentir, es El quien te da la gracia del consentimiento (Bernardo, SC 85:1).
Obviamente que nuestros Padres no ignoran la experiencia propiamente mística aunque no siempre distinguen el carácter más o menos extraordinario de ella. Utilizan una amplia terminología y simbología para hablar de la misma.
-Bernardo: reposo, sábado, éxtasis, visitas, rapto, besos, unión, matrimonio, unidad de espíritu, deificación...
-Guillermo: reposo, ocio, sábado, éxtasis, visitas, teofanías, iluminaciones, unción, banquete, besos, unión, unidad, abrazo, accubitus, unidad de espíritu...
-Elredo: visitas, reposo, elevación, sábado...
-Guerrico: unidad de espiritu...
-Isaac de la Estrella: ocio, unión, nube luminosa...
-Gilberto de Hoyland: reposo, sábado, unión...
Para nuestros autores, la experiencia ascética (esfuerzo y ejercicio para vivir en el amor) y la experiencia mística son dos realidades conjuntas en un único proceso sobrenatural hacia Dios.
3. La experiencia mística en la vida cisterciense
Digamos una palabra sobre la experiencia mistica en nuestra vida monástica cisterciense. Dado que el término “mística” goza hoy día de una inmerecida ambigüedad habrá que hacer un esfuerzo de esclarecimiento. Pretendo, al menos, aclarar en qué sentido lo estoy usando aquí y hoy.
3.1. Sentido del término mística
Etimológicamente, los términos “ misterio” y “mística” se relacionan con myein (griego), cuyo significado es: cerrar (los ojos o labios), de aquí los adjetivos: oculto, secreto.
En los casi dos mil años de historia cristiana encontramos un triple uso del término mística-místico; podemos así hablar de un uso objetivo, objetivo-subjetivo y subjetivo.
-Objetivo: preponderante en los cuatro primeros siglos.
-Lo oculto (mystikos o mystérion) se encuentra y revela en:


-La Escritura: sentido místico o cristológico (Orígenes).
-La Liturgia:
-Bautismo: regeneración mística en Cristo (S. Nilo; Eusebio).
-Eucaristía: pan y sacrificio místicos de Cristo (Const. Apostólica)
-Objetivo-subjetivo: preponderantte en el siglo XII
-La revelación no es considerada como una serie de verdades externas a la persona sino como vida que transforma y plenifica a la persona pues sacia los deseos más profundos del corazón humano.
-La experiencia personal quedaba siempre sometida a la objetividad del dato revelado: Sigue el dictamen de la fe y no el de tu propia experiencia, pues sólo mediante la fe alcanzas lo que está más allá de la razón (Bernardo, Quad 5:5; SC 76:6).
-La mística es así un realidad de gracia que acompaña toda la vida del creyente transformándolo de claridad en luz y de braza en fuego.
-Subjetivo: preponderante a partir del siglo XV.
-Común: Vivencia profunda del Misterio o encuentro con Él.
-Propio: Experiencia personal del Misterio (afección y consciencia de presencia y comunicación), por conocimiento y amor, gracias a un influjo especial de Dios.
-Elementos:
-Acción divina habilitante.
-Nueva luz de conocimiento y fuego de amor.
-Pasividad activa.
-Inmediatez mediada.
-Intuición de la Presencia
-Unión y comunicación recíproca.
3.2. Sentido del término místico
De todo lo precedente se desprende que los místicos son aquellos que entrando en el Misterio van siendo transformados por El. En este sentido, todo los bautizados y bautizadas son místicos y místicas. Pero esto no significa que todo bautizado tenga una experiencia mística “refleja”, por lo general su experiencia mística es “latente” y sin forma a nivel de la consciencia y de la afectividad.
Afinando más el discurso, podemos decir que los místicos son aquellos que han experienciado la revelación del Misterio, gracias a un misterioso influjo divino, por medio del conocimiento y el amor, la luz y el fuego. La experiencia del Misterio, siempre unida al esfuerzo ascético, transforma éticamente al místico, y lo hace uno con Dios en el mutuo amor o consentimiento de voluntades (Cf. Bernardo, SC 71:5-9; 81-85).
El místico y la mística no son personas especiales, experimentan las mismas realidades que cualquier otro cristiano, aunque lo experimentan de una forma distinta. La gracia de Dios obra en ellos, al igual que en cualquier otro, pero ellos saben que la gracia obra.


Se puede constatar que muchas veces el inicio de una vida ascética ha estado motivado por gracias místicas. Otras veces, la perseverancia en la ascesis es sostenida por esporádicos destellos místicos. A veces, finalmente, la mística corona el largo peregrinar del asceta.
Nuestros Padres del Císter no son sólo místicos sino también “mistagogos”, es decir: pedagogos que nos inician e introducen en el Misterio de Dios: avanzan para que nosotros avancemos, comparten la experiencia cuando ésta es útil a los demas, y hasta están dispuestos a sacrificar el propio “ocio y quietud” a fin de preparar exhortaciones motivantes que ayude a otros a caminar (Cf. Bernardo, SC 23:2; 57:5; 51:3).
3.2. Nuestra experiencia mística
Respecto a la experiencia mística en nuestros monasterios podemos decir lo que se dice en Galicia sobre las brujas: ¡no existen, pero las hay! Se trata básicamente de la experiencia del Misterio en cuanto “afectación y conscientización” del mismo en la propia vida personal. Estas experiencias pueden referirse tanto al Misterio de la vida íntima del Dios Triunidad, cuanto al Misterio de su voluntad salvífica en la historia cotidiana propia o ajena.
Es imposible hacer un mapa de la variedad de experiencias místicas. No obstante, la historia de la espiritualidad cristiana y la lectura de tantos autores místicos, nos permite hacer algunas distinciones y hablar así de experiencia mística:
-Substancial: contemplación infusa, conocimiento amoroso, luz cálida, llama luminosa, presencia oculta...
-Enfasis en el conocimiento: via afirmativa o kataphática (S. Ignacio, Ejercicios).
-Enfasis en el amor: via negativa o apophática (S. Juan de la Cruz, Noche Oscura).
*Notar: se trata de dos énfasis diferentes y no de oposición, muchas veces son complementarios entre sí.
-Ordinaria: presencias y ausencias, consolaciones y desolaciones, deseo y amor...
-Accidental: variedad de fenómenos, tales como éxtasis, raptos, visiones, locuciones, revelaciones, toques...
-Apostólica: experiencia de acción conjunta con Cristo que salva en la historia...
-Cósmica: encuentro con Dios a través de la naturaleza...
-Interpersonal: revelación de Cristo en el servicio al prójimo, Cristo presente en el amor de amistad...
Obviamente que cada uno de estos tipos de experiencias místicas puede darse en una escala infinita de intensidades o grados. Importa también afirmar que la experiencia mística substancial y ordinaria se ubican en el desarrollo normal de la vida de gracia y crecimiento de las virtudes teologales. El fundamento último de toda experiencia mística es Dios-Amor que nos ama salvándonos para hacernos felices. Y aunque somos “capax Dei”, estas experiencias no son el fruto de ningún tipo de habilidad simplemente humana, sino fruto de la gratuidad divina. Agrego estas otras observaciones, fruto de haber observado y de observar.
-La capacidad de “experienciar” varía según las personas y circunstancias.
-Acontecen muchas veces sin que medien causas conocidas y apropiadas.
-Tienen como fin inmediato la reorientación o la motivación de nuestra conducta.


-Juegan un papel clave en la conversión permanente de nuestras vidas.
-Son favorecidas por un clima de fe, esperanza y caridad perseverantes y prácticas.
-Suelen acompañarnos a lo largo de todo nuestro itinerario espiritual.
-Pueden estabilizarse dando lugar a estados latentes o más o menos manifiestos.
En el marco propio de nuestra conversatio (modo de vida) cisterciense, las “experiencias del Místerio” más comunes, tanto ayer cuanto hoy, parecen ser las experiencias de: dulcedo et suavitas, compunctio, desiderium, alternatio, unitas spiritus.
4. La mística cisterciense del deseo
Juzgo oportuno decir algunas palabras sobre la mística del deseo. Las digo en el contexto de nuestro mundo occidental y nord-atlántico actual. Más concretamente, en el marco de una sociedad fuertemente marcada por el fenómeno “postmoderno”. Destaco sólo dos notas del mismo, una, para aprender una lección, otra, para ofrecer una alternativa.
-Valorización de la experiencia mística: La fe, en cuanto “obsequio razonable” tiene imperiosa necesidad de la intuición y experiencia como camino de acceso a Dios. El así llamado “pensamiento débil” nos recuerda una gran verdad: ante el Misterio todo nuestro saber es ignorancia y nuestro discurso balbuceo. El teólogo ha de aprender y ha de enseñar a pensar y a sentir de un modo creyente.
-El demonio del consumismo: Si al hombre moderno lo obsesionaba la producción, al postmoderno lo acicatea el consumismo. Los “supermercados” de nuestras ciudades nos crean necesidades y nos ofrecen una variedad infinita de objetos seductores y consumibles. La publicidad se encarga de despertar nuestros deseos. Así, quien empieza consumiendo concluye consumido. La sociedad de consumo, contra toda apariencia, no es una sociedad de abundancia sino de carencias, cuanto más se consume más se aleja la felicidad (¡y la abundancia!). Quizás el ángel de la mística del deseo puede ser más atractivo, como alternativa, que el demonio del consumismo.
El lenguaje tradicional del deseo en clave contemplativa o mística encuentra su apoyo en la Escritura santa. Los salmos nos han enseñado durante siglos que: Como jadea (Vg: desiderat) la cierva tras las corrientes de agua, así jadea (Vg: desiderat) mi alma, en pos de ti, mi Dios (Sal 42-43: 2). Y el profeta Daniel fue ilustrado con luz divina pues era vir desideriorum (Dn.9:22-23). Es precisamente Daniel quien fue considerado en la tradición como un signo del estado de vida (ordo) de aquellos que se dedican exclusivamente a Dios (soli Deo vacans) en la penitencia y continencia (Bernardo, Abb 1).
Toda la tradición monástica ha desarrollado el tema del desiderium en íntima relación con la búsqueda de Dios, la intentio cordis (intención-tensión) y la vida contemplativa. San Gregorio Magno es cabeza de tradición a este respecto; el tema es clave en los autores cistercienses del siglo XII.


Pero, ¿qué es el deseo? San Bernardo nos dice que el deseo es una fuerza psíquica indiferenciada que tiende hacia la búsqueda, cada vez más apremiante y exigente, de aquello que nos falta; el deseo expresa un sentimiento de ausencia y es un movimiento que impulsa nuestro ser hacia el bien ausente: Todos los seres dotados de razón, por tendencia natural, aspiran siempre a lo que les parece mejor, y no están satisfechos si les falta algo que consideran mejor (Dil 6:18; Cf. SC 58:2; 31:4; 32:2).
Así entendido, el deseo es un dinamismo fundamental del alma, es el anhelo psíquico donde puede afirmarse eventualmente el deseo de Dios. A Dios se lo toca con el dedo del deseo, dicen nuestros místicos (SC 28:10). Cuando el alma no tiene nada propio ni exclusivo, sino que tiene todo en común con Dios, se la llama esposa. Y esta esposa que dice: Que me bese con besos de su boca, es un alma sedienta de Dios (SC 72).
Las monjas cistercienses del siglo XIII ilustraron con sus propias vidas y experiencias la doctrina espiritual de los padres cistercienses del siglo precedente; sobre todo la doctrina de Bernardo y Guillermo respecto al alma esposa sedienta y ardiente en deseos de amor.
Nadie lo expresó mejor que Beatriz de Nazareth en su obra Las Siete Maneras del Amor (que provienen de la cima del Ser y retornan a la cumbre). Beatriz presenta siete experiencias de amor que suelen acontecer en el contexto del crecimiento de la vida cristiana.
La experiencia del deseo, activo y pasivo, es clave en toda su obra. Siguiendo la doctrina agustiniana y bernardiana, el deseo es para Beatriz:
-Algo constitutivo de la naturaleza humana, viene del Creador y mueve a vivir en el estado originario en el que fue creado el ser humano: se trata de una tendencia innata y pre-electiva del alma hacia Dios.
-Una realidad afectiva, situada en el corazón y que mueve a la voluntad; es la forma que toma el amor en esta vida mortal: es una fuente de energía que capacita para orientar el alma hacia metas espirituales con simplicidad de intensión y total generosidad.
-Es asimismo algo escatológico pues sólo haya su cumplimiento en la vida eterna.
Nada nos exime, excepto la premura del tiempo, de escuchar y gustar algunos textos de nuestra mística y maestra. Ya en la primera manera del amor Beatriz nos dice: La primera manera es un deseo enérgico proveniente del amor, que debe reinar en el corazón mucho tiempo antes de vencer todo obstáculo, debe obrar con fuerza y vigilancia, y crecer con valor, mientras dure este estado. Esta manera es un deseo que proviene de manera evidente del mismo amor: el alma buena que quiere servir fielmente a nuestro Señor, seguirlo sin temor, y amarlo con toda verdad, está movida por este deseo de vivir en la pureza, la nobleza y la libertad en las cuales Dios la creó a su imagen y semejanza, semejanza que es necesario amar y conservar por encima de todo.


En la tercera manera del amor describe la vehemencia del deseo, como elemento de purificación en la búsqueda de Dios: Este deseo a veces surge en el alma violentamente, ella se empeña en querer hacerlo todo: no hay virtud donde no busque la perfección; no existe nada que no esté dispuesta a sufrir o soportar; nada ahorra, no admite ninguna medida en su esfuerzo. Está dispuesta a todos los sacrificios, pronta, intrépida en la pena o en el trabajo. Pero a pesar de todo lo que hace queda insatisfecha. Este es su peor dolor, no poder rendir justicia al amor según sus deseos, encontrarse siempre en deuda con Él (...) Todo lo que falta en sus obras, quiere suplirlo con la intención perfecta y la fuerza del deseo.
En la cuarta manera del amor Beatriz nos ofrece la descripción de la primera experiencia pasiva del alma bajo el poder del amor divino, esta experiencia no es sino una restauración de la semejanza perdida: En la cuarta manera del amor, nuestro Señor hace saborear al alma, de vez e cuando, grandes delicias y grandes penas, de las cuales vamos a hablar ahora. Algunas veces parece que el amor se despierta dulcemente en el alma y se levanta esplendido para conmover el corazón sin ninguna acción de la naturaleza humana. El corazón es excitado tan tiernamente, atraído tan vivazmente, alcanzado tan fuertemente y abrasado por Él tan apasionamdamente, que el alma está totalmente conquistada. Experimenta una nueva intimidad con Dios, una iluminación del espíritu, un maravilloso exceso de delicias, una noble libertad y una estricta necesidad de obedecer al amor; conoce la plenitud y la sobreabundancia. Siente que todas sus facultades pertenecen al amor, que su voluntad es amor, se encuentra sumergida e imbuida en el amor, ella misma no es más que amor.
A la luz de lo que venimos diciendo podemos afirmar que la mística esponsal, tan típica del Císter, es una mística del deseo. Y, por otro lado, se impone decir también que sin una ascesis de los deseos no puede haber intentio cordis, es decir, un corazón orientado, tenso y tendido hacia Dios.
Unos y otros, monjas, monjes, clérigos y seglares podemos preguntarnos: ¿Qué deseamos? ¿Qué necesidades buscamos satisfacer? ¿Qué motiva nuestras vidas? ¿Están nuestros deseos básicos (actividad, afirmación, plenitud, armonía, complementariedad...) ordenados hacia los deseos sociales (solidaridad, participación, apertura social...) y éstos hacia los deseos espirituales (libertad, igualdad, esperanza, amor, inmortalidad, absolutez...)? Las respuestas a estas preguntas podrían dar espesor de concretez a mi pobres discurso verbal.
5. Conclusiones
Concluyo con unos asertos, a modo de síntesis. Las experiencias místicas son de importancia capital para la renovación espiritual de la vida monástica en el seno de nuestra cultura actual. La finalidad de estas experiencias es la unión con Dios en Cristo y con todos los seres humanos en Él. Dicha unión, importa decirlo, es el fin y sentido último de cualquier vida humana.
El deseo y la fe se alimentan de Misterio. ¡Quien persevera con los ojos fijos en la obscuridad termina contemplando a Alguien! Quiera Dios que nunca falten en este mundo personas que vivan con los ojos fijos en Jesús (Heb.12:2), y que proclamen con sus vidas: Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos (trascendencia), lo penetra todo (transparencia) y está en todos (inmanencia) (Ef.4:6).
Al menos, nadie puede dudar de estar invitado a la más íntima comunión de amor con el Verbo eterno de Dios. Y concluyo tal como comencé, dando la palabra a Bernardo, el abad de Claraval.


Toda alma, aunque esté cargada de pecados, presa en las redes de los vicios, acechada por la seducción, cautiva en el exilio, encarcelada en el cuerpo, pegada al fango, hundida en el barro, retenida en los miembros, atada a las preocupaciones, dispersa por el trabajo, oprimida por los miedos, afligida por el dolor, errante tras el error, inquieta por la angustia, desazonada por las sospechas y extrajera en tierra hostil (...); esa alma, repito, puede volverse sobre sí misma, a pesar de hallarse tan condenada y desesperada, y no sólo se aliviará con la esperanza del perdón y de la misericordia, sino que también podrá aspirar tranquila a las bodas del Verbo. No temerá iniciar una alianza de comunión con Dios, no sentirá pudor alguno para llevar el yugo del amor a una con el Rey de los ángeles. ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla embellecida con su imagen y luminosa con su semejanza? ¿Porqué puede temer a la majestad, si su origen le infunde confianza? Lo único que debe hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad de vida. Es más, esfuércese por embellecer y hermosear con el digno adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial impresa en ella por sus orígenes (SC 83:1).